Manjar Sabático
05-11-2021
Santiago 5
1 ¡Vamos ahora, ricos! Llorad y aullad por vuestras miserias que os vendrán.
2 Vuestras riquezas están podridas; y vuestras ropas están comidas de polilla.
3 Vuestro oro y plata están corroídos, y su óxido testificará contra vosotros, y comerá vuestra carne como fuego. Habéis acumulado tesoro para los días postreros.
4 He aquí, clama el jornal de los obreros que han segado vuestros campos, el cual por engaño no les ha sido pagado de vosotros; y los clamores de los que habían segado, han entrado en los oídos del Señor de los ejércitos.
5 Habéis vivido en placeres sobre la tierra, y habéis sido disolutos; habéis engrosado vuestros corazones como en día de matanza.
6 Habéis condenado y dado muerte al justo; y él no os resiste.
7 Por tanto, hermanos, tened paciencia hasta la venida del Señor. Mirad cómo el labrador espera el precioso fruto de la tierra, aguardando con paciencia, hasta que reciba la lluvia temprana y tardía.
8 Tened paciencia también vosotros; afirmad vuestros corazones; porque la venida del Señor se acerca.
9 Hermanos, no os quejéis unos contra otros, para que no seáis condenados; he aquí el Juez está a la puerta.
10 Hermanos míos, tomad por ejemplo de aflicción y de paciencia a los profetas que han hablado en el nombre del Señor.
11 He aquí, tenemos por bienaventurados a los que sufren. Habéis oído de la paciencia de Job, y habéis visto el fin del Señor; que el Señor es muy misericordioso y compasivo.
12 Mas por sobre todas las cosas, mis hermanos; no juréis, ni por el cielo, ni por la tierra, ni por ningún otro juramento; sino que vuestro sí sea sí, y vuestro no, sea no; para que no caigáis en condenación.
13 ¿Está alguno afligido entre vosotros? Haga oración. ¿Está alguno alegre? Cante salmos.
14 ¿Está alguno enfermo entre vosotros? Llame a los ancianos de la iglesia, y oren por él, ungiéndole con aceite en el nombre del Señor.
15 Y la oración de fe salvará al enfermo, y el Señor lo levantará; y si hubiere cometido pecados, le serán perdonados.
16 Confesaos vuestras faltas unos a otros, y rogad los unos por los otros, para que seáis sanados. La oración eficaz del justo, puede mucho.
17 Elías era un hombre sujeto a pasiones semejantes a las nuestras, y oró fervientemente que no lloviese, y no llovió sobre la tierra por tres años y seis meses.
18 Y otra vez oró, y el cielo dio lluvia, y la tierra produjo su fruto.
19 Hermanos, si alguno de vosotros errare de la verdad, y alguno le convirtiere,
20 sepa que el que haga volver al pecador del error de su camino, salvará de muerte un alma, y cubrirá multitud de pecados.
Deseado de Todas las Gentes, capítulo 35: “Calla, enmudece”
Este capítulo está basado en Mateo 8:23-34; Marcos 4:35-41; 5:1-20; Lucas 8:22-39.
Había sido un día lleno de acontecimientos en la vida de Jesús. Al lado del mar de Galilea, había pronunciado sus primeras parábolas, explicando de nuevo, mediante ilustraciones familiares, la naturaleza de su reino y la manera en que se establecería. Había comparado su propia obra a la del sembrador, el desarrollo de su reino al crecimiento de la semilla de mostaza, y al efecto de la levadura en una medida de harina. Había descrito la gran separación final de los justos y de los impíos mediante las parábolas del trigo y de la cizaña, y de la red del pescador. Había ilustrado la excelsa preciosura de las verdades que enseñaba, mediante el tesoro oculto y la perla de gran precio, mientras que en la parábola del padre de familia había enseñado a sus discípulos cómo habían de trabajar como representantes suyos. {DTG 300.1}
Durante todo el día había estado enseñando y sanando; y al llegar la noche, las muchedumbres se agolpaban todavía en derredor de él. Día tras día, las había atendido, sin detenerse casi para comer y descansar. Las críticas maliciosas y las falsas representaciones con que los fariseos le perseguían constantemente, hacían sus labores más pesadas y agobiadoras. Y ahora el fin del día le hallaba tan sumamente cansado que resolvió retirarse a algún lugar solitario al otro lado del lago. {DTG 300.2}
La región situada al oriente del lago de Genesaret no estaba deshabitada, pues había aquí y allí aldeas y villas, pero era desolada en comparación con la ribera occidental. Su población era más pagana que judía y tenía poca comunicación con Galilea. Así que ofrecía a Jesús el retiro que buscaba, y él invitó a sus discípulos a que le acompañasen allí. {DTG 300.3}
Después que hubo despedido la multitud, le llevaron, tal “como estaba,” al barco, y apresuradamente zarparon. Pero no habían de salir solos. Había otros barcos de pesca cerca de la orilla, que pronto se llenaron de gente que se proponía seguir a Jesús, ávida de continuar viéndole y oyéndole. {DTG 300.4}
El Salvador estaba por fin aliviado de la presión de la multitud, y, vencido por el cansancio y el hambre, se acostó en la popa del barco y no tardó en quedarse dormido. El anochecer había sido sereno y plácido, y la calma reinaba sobre el lago. Pero de repente las tinieblas cubrieron el cielo, bajó un viento furioso por los desfiladeros de las montañas, que se abrían a lo largo de la orilla oriental, y una violenta tempestad estalló sobre el lago. {DTG 301.1}
El sol se había puesto y la negrura de la noche se asentó sobre el tormentoso mar. Las olas, agitadas por los furiosos vientos, se arrojaban bravías contra el barco de los discípulos y amenazaban hundirlo. Aquellos valientes pescadores habían pasado su vida sobre el lago, y habían guiado su embarcación a puerto seguro a través de muchas tempestades; pero ahora su fuerza y habilidad no valían nada. Se hallaban impotentes en las garras de la tempestad, y desesperaron al ver cómo su barco se anegaba. {DTG 301.2}
Absortos en sus esfuerzos para salvarse, se habían olvidado de que Jesús estaba a bordo. Ahora, reconociendo que eran vanas sus labores y viendo tan sólo la muerte delante de sí, se acordaron de Aquel a cuya orden habían emprendido la travesía del mar. En Jesús se hallaba su única esperanza. En su desamparo y desesperación clamaron: “¡Maestro, Maestro!” Pero las densas tinieblas le ocultaban de su vista. Sus voces eran ahogadas por el rugido de la tempestad y no recibían respuesta. La duda y el temor los asaltaban. ¿Les habría abandonado Jesús? ¿Sería ahora impotente para ayudar a sus discípulos Aquel que había vencido la enfermedad, los demonios y aun la muerte? ¿No se acordaba de ellos en su angustia? {DTG 301.3}
Volvieron a llamar, pero no recibieron otra respuesta que el silbido del rugiente huracán. Ya se estaba hundiendo el barco. Dentro de un momento, según parecía, iban a ser tragados por las hambrientas aguas. {DTG 301.4}
De repente, el fulgor de un rayo rasgó las tinieblas y vieron a Jesús acostado y dormido sin que le perturbase el tumulto. Con asombro y desesperación, exclamaron: “¿Maestro, no tienes cuidado que perecemos?” ¿Cómo podía él descansar tan apaciblemente mientras ellos estaban en peligro, luchando con la muerte? {DTG 301.5}
Sus clamores despertaron a Jesús. Pero al iluminarle el resplandor del rayo, vieron la paz del cielo reflejada en su rostro; leyeron en su mirada un amor abnegado y tierno, y sus corazones se volvieron a él para exclamar: “Señor, sálvanos, que perecemos.” {DTG 302.1}
Nunca dio un alma expresión a este clamor sin que fuese oída. Mientras los discípulos asían sus remos para hacer un postrer esfuerzo, Jesús se levantó. De pie en medio de los discípulos, mientras la tempestad rugía, las olas se rompían sobre ellos y el relámpago iluminaba su rostro, levantó la mano, tan a menudo empleada en hechos de misericordia, y dijo al mar airado: “Calla, enmudece.” {DTG 302.2}
La tempestad cesó. Las olas reposaron. Disipáronse las nubes y las estrellas volvieron a resplandecer. El barco descansaba sobre un mar sereno. Entonces, volviéndose a sus discípulos, Jesús les preguntó con tristeza: “¿Por qué estáis así amedrentados? ¿Cómo no tenéis fe?” {DTG 302.3}
El silencio cayó sobre los discípulos. Ni siquiera Pedro intentó expresar la reverencia que llenaba su corazón. Los barcos que habían salido para acompañar a Jesús se habían visto en el mismo peligro que el de los discípulos. El terror y la desesperación se habían apoderado de sus ocupantes; pero la orden de Jesús había traído calma a la escena de tumulto. La furia de la tempestad había arrojado los barcos muy cerca unos de otros, y todos los que estaban a bordo de ellos habían presenciado el milagro. Una vez que se hubo restablecido la calma, el temor quedó olvidado. La gente murmuraba entre sí, preguntando: “¿Qué hombre es éste, que aun los vientos y la mar le obedecen?” {DTG 302.4}
Cuando Jesús fue despertado para hacer frente a la tempestad, se hallaba en perfecta paz. No había en sus palabras ni en su mirada el menor vestigio de temor, porque no había temor en su corazón. Pero él no confiaba en la posesión de la omnipotencia. No era en calidad de “dueño de la tierra, del mar y del cielo” cómo descansaba en paz. Había depuesto ese poder, y aseveraba: “No puedo yo de mí mismo hacer nada.”1 Jesús confiaba en el poder del Padre; descansaba en la fe—la fe en el amor y cuidado de Dios, —y el poder de aquella palabra que calmó la tempestad era el poder de Dios. {DTG 302.5}
Así como Jesús reposaba por la fe en el cuidado del Padre, así también hemos de confiar nosotros en el cuidado de nuestro Salvador. Si los discípulos hubiesen confiado en él, habrían sido guardados en paz. Su temor en el tiempo de peligro reveló su incredulidad. En sus esfuerzos por salvarse a sí mismos, se olvidaron de Jesús; y únicamente cuando desesperando de lo que podían hacer, se volvieron a él, pudo ayudarles. {DTG 303.1}
¡Cuán a menudo experimentamos nosotros lo que experimentaron los discípulos! Cuando las tempestades de la tentación nos rodean y fulguran los fieros rayos y las olas nos cubren, batallamos solos con la tempestad, olvidándonos de que hay Uno que puede ayudarnos. Confiamos en nuestra propia fuerza hasta que perdemos nuestra esperanza y estamos a punto de perecer. Entonces nos acordamos de Jesús, y si clamamos a él para que nos salve, no clamaremos en vano. Aunque él con tristeza reprende nuestra incredulidad y confianza propia, nunca deja de darnos la ayuda que necesitamos. En la tierra o en el mar, si tenemos al Salvador en nuestro corazón, no necesitamos temer. La fe viva en el Redentor serenará el mar de la vida y de la manera que él reconoce como la mejor nos librará del peligro. {DTG 303.2}
Este milagro de calmar la tempestad encierra otra lección espiritual. La vida de cada hombre testifica acerca de la verdad de las palabras de la Escritura: “Los impíos son como la mar en tempestad, que no puede estarse quieta…. No hay paz, dijo mi Dios, para los impíos.” El pecado ha destruido nuestra paz. Mientras el yo no está subyugado, no podemos hallar descanso. Las pasiones predominantes en el corazón no pueden ser regidas por facultad humana alguna. Somos tan impotentes en esto como los discípulos para calmar la rugiente tempestad. Pero el que calmó las olas de Galilea ha pronunciado la palabra que puede impartir paz a cada alma. Por fiera que sea la tempestad, los que claman a Jesús: “Señor, sálvanos” hallarán liberación. Su gracia, que reconcilia al alma con Dios, calma las contiendas de las pasiones humanas, y en su amor el corazón descansa. “Hace parar la tempestad en sosiego, y se apaciguan sus ondas. Alégranse luego porque se reposaron; y él los guía al puerto que deseaban.” “Justificados pues por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo.” “Y el efecto de la justicia será paz; y la labor de justicia, reposo y seguridad para siempre.” {DTG 303.3}
Por la mañana, temprano, el Salvador y sus compañeros llegaron a la orilla, y la luz del sol naciente se esparcía sobre el mar y la tierra como una bendición de paz. Pero apenas habían tocado la orilla cuando sus ojos fueron heridos por una escena más terrible que la furia de la tempestad. Desde algún escondedero entre las tumbas, dos locos echaron a correr hacia ellos como si quisieran despedazarlos. De sus cuerpos colgaban trozos de cadenas que habían roto al escapar de sus prisiones. Sus carnes estaban desgarradas y sangrientas donde se habían cortado con piedras agudas. A través de su largo y enmarañado cabello, fulguraban sus ojos; y la misma apariencia de la humanidad parecía haber sido borrada por los demonios que los poseían, de modo que se asemejaban más a fieras que a hombres. {DTG 304.1}
Los discípulos y sus compañeros huyeron aterrorizados; pero al rato notaron que Jesús no estaba con ellos y se volvieron para buscarle. Allí estaba donde le habían dejado. El que había calmado la tempestad, que antes había arrostrado y vencido a Satanás, no huyó delante de esos demonios. Cuando los hombres, crujiendo los dientes y echando espuma por la boca, se acercaron a él, Jesús levantó aquella mano que había ordenado a las olas que se calmasen, y los hombres no pudieron acercarse más. Estaban de pie, furiosos, pero impotentes delante de él. {DTG 304.2}
Con autoridad ordenó a los espíritus inmundos que saliesen. Sus palabras penetraron las obscurecidas mentes de los desafortunados. Vagamente, se dieron cuenta de que estaban cerca de alguien que podía salvarlos de los atormentadores demonios. Cayeron a los pies del Salvador para adorarle; pero cuando sus labios se abrieron para pedirle misericordia, los demonios hablaron por su medio clamando vehementemente: “¿Qué tienes conmigo, Jesús, Hijo del Dios Altísimo? Te conjuro por Dios que no me atormentes.” {DTG 304.3}
Jesús preguntó: “¿Cómo te llamas?” Y la respuesta fue: “Legión me llamo; porque somos muchos.” Empleando a aquellos hombres afligidos como medios de comunicación, rogaron a Jesús que no los mandase fuera del país. En la ladera de una montaña no muy distante pacía una gran piara de cerdos. Los demonios pidieron que se les permitiese entrar en ellos, y Jesús se lo concedió. Inmediatamente el pánico se apoderó de la piara. Echó a correr desenfrenadamente por el acantilado, y sin poder detenerse en la orilla, se arrojó al lago, donde pereció. {DTG 304.4}
Mientras tanto, un cambio maravilloso se había verificado en los endemoniados. Había amanecido en sus mentes. Sus ojos brillaban de inteligencia. Sus rostros, durante tanto tiempo deformados a la imagen de Satanás, se volvieron repentinamente benignos. Se aquietaron las manos manchadas de sangre, y con alegres voces los hombres alabaron a Dios por su liberación. {DTG 305.1}
Desde el acantilado, los cuidadores de los cerdos habían visto todo lo que había sucedido, y se apresuraron a ir a publicar las nuevas a sus amos y a toda la gente. Llena de temor y asombro, la población acudió al encuentro de Jesús. Los dos endemoniados habían sido el terror de toda la región. Para nadie era seguro pasar por donde ellos se hallaban, porque se abalanzaban sobre cada viajero con furia demoníaca. Ahora estos hombres estaban vestidos y en su sano juicio, sentados a los pies de Jesús, escuchando sus palabras y glorificando el nombre de Aquel que los había sanado. Pero la gente que contemplaba esta maravillosa escena no se regocijó. La pérdida de los cerdos le parecía de mayor importancia que la liberación de estos cautivos de Satanás. {DTG 305.2}
Sin embargo, esta pérdida había sido permitida por misericordia hacia los dueños de los cerdos. Estaban absortos en las cosas terrenales y no se preocupaban por los grandes intereses de la vida espiritual. Jesús deseaba quebrantar el hechizo de la indiferencia egoísta, a fin de que pudiesen aceptar su gracia. Pero el pesar y la indignación por su pérdida temporal cegaron sus ojos con respecto a la misericordia del Salvador. {DTG 305.3}
La manifestación del poder sobrenatural despertó las supersticiones de la gente y excitó sus temores. Si este forastero quedaba entre ellos, podían seguir mayores calamidades. Ellos temían la ruina financiera, y resolvieron librarse de su presencia. Los que habían cruzado el lago con Jesús hablaron de todo lo que había sucedido la noche anterior; del peligro que habían corrido en la tempestad, y de cómo el viento y el mar habían sido calmados. Pero sus palabras quedaron sin efecto. Con terror la gente se agolpó alrededor de Jesús rogándole que se apartase de ella, y él accediendo se embarcó inmediatamente para la orilla opuesta. {DTG 305.4}
Los habitantes de Gadara tenían delante de sí la evidencia viva del poder y la misericordia de Cristo. Veían a los hombres a quienes él había devuelto la razón; pero tanto temían poner en peligro sus intereses terrenales, que trataron como a un intruso a Aquel que había vencido al príncipe de las tinieblas delante de sus ojos, y desviaron de sus puertas el Don del cielo. No tenemos como los gadarenos oportunidad de apartarnos de la persona de Cristo; y, sin embargo, son muchos los que se niegan a obedecer su palabra, porque la obediencia entrañaría el sacrificio de algún interés mundanal. Por temor a que su presencia les cause pérdidas pecuniarias, muchos rechazan su gracia y ahuyentan de sí a su Espíritu. {DTG 306.1}
Pero el sentimiento de los endemoniados curados era muy diferente. Ellos deseaban la compañía de su libertador. Con él, se sentían seguros de los demonios que habían atormentado su vida y agostado su virilidad. Cuando Jesús estaba por subir al barco, se mantuvieron a su lado, y arrodillándose le rogaron que los guardase cerca de él, donde pudiesen escuchar siempre sus palabras. Pero Jesús les recomendó que se fuesen a sus casas y contaran cuán grandes cosas el Señor había hecho por ellos. {DTG 306.2}
En esto tenían una obra que hacer: ir a un hogar pagano, y hablar de la bendición que habían recibido de Jesús. Era duro para ellos separarse del Salvador. Les iban a asediar seguramente grandes dificultades en su trato con sus compatriotas paganos. Y su largo aislamiento de la sociedad parecía haberlos descalificado para la obra que él había indicado. Pero tan pronto como Jesús les señaló su deber, estuvieron listos para obedecer. No sólo hablaron de Jesús a sus familias y vecinos, sino que fueron por toda Decápolis, declarando por doquiera su poder salvador, y describiendo cómo los había librado de los demonios. Al hacer esta obra, podían recibir una bendición mayor que sí, con el único fin de beneficiarse a sí mismos, hubieran permanecido en su presencia. Es trabajando en la difusión de las buenas nuevas de la salvación, como somos acercados al Salvador. {DTG 306.3}
Los dos endemoniados curados fueron los primeros misioneros a quienes Cristo envió a predicar el Evangelio en la región de Decápolis. Durante tan sólo algunos momentos habían tenido esos hombres oportunidad de oír las enseñanzas de Cristo. Sus oídos no habían percibido un solo sermón de sus labios. No podían instruir a la gente como los discípulos que habían estado diariamente con Jesús. Pero llevaban en su persona la evidencia de que Jesús era el Mesías. Podían contar lo que sabían; lo que ellos mismos habían visto y oído y sentido del poder de Cristo. Esto es lo que puede hacer cada uno cuyo corazón ha sido conmovido por la gracia de Dios. Juan, el discípulo amado escribió: “Lo que era desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos mirado, y palparon nuestras manos, tocante al Verbo de vida; … lo que hemos visto y oído, eso os anunciamos.” Como testigos de Cristo, debemos decir lo que sabemos, lo que nosotros mismos hemos visto, oído y palpado. Si hemos estado siguiendo a Jesús paso a paso, tendremos algo oportuno que decir acerca de la manera en que nos ha conducido. Podemos explicar cómo hemos probado su promesa y la hemos hallado veraz. Podemos dar testimonio de lo que hemos conocido acerca de la gracia de Cristo. Este es el testimonio que nuestro Señor pide y por falta del cual el mundo perece. {DTG 307.1}
Aunque los habitantes de Gadara no habían recibido a Jesús, él no los dejó en las tinieblas que habían elegido. Cuando le pidieron que se apartase de ellos, no habían oído sus palabras. Ignoraban lo que rechazaban. Por lo tanto, les volvió a mandar luz, y por medio de personas a quienes no podían negarse a escuchar. {DTG 307.2}
Al ocasionar la destrucción de los cerdos, Satanás se proponía apartar a la gente del Salvador e impedir la predicación del Evangelio en esa región. Pero este mismo incidente despertó a toda la comarca como no podría haberlo hecho otra cosa alguna y dirigió su atención a Cristo. Aunque el Salvador mismo se fue, los hombres a quienes había sanado permanecieron como testigos de su poder. Los que habían sido agentes del príncipe de las tinieblas vinieron a ser conductos de luz, mensajeros del Hijo de Dios. Los hombres se maravillaban al escuchar las noticias prodigiosas. Se abrió una puerta a la entrada del Evangelio en toda la región. Cuando Jesús volvió a Decápolis, la gente acudía a él, y durante tres días, no sólo los habitantes de un pueblo, sino miles de toda la región circundante oyeron el mensaje de salvación. Aun el poder de los demonios está bajo el dominio de nuestro Salvador, y él predomina para bien sobre las obras del mal. {DTG 307.3}
El encuentro con los endemoniados de Gadara encerraba una lección para los discípulos. Demostró las profundidades de la degradación a las cuales Satanás está tratando de arrastrar a toda la especie humana y la misión que traía Cristo de librar a los hombres de su poder. Aquellos míseros seres que moraban en los sepulcros, poseídos de demonios, esclavos de pasiones indomables y repugnantes concupiscencias, representan lo que la humanidad llegaría a ser si fuese entregada a la jurisdicción satánica. La influencia de Satanás se ejerce constantemente sobre los hombres para enajenar los sentidos, dominar la mente para el mal e incitar a la violencia y al crimen. El debilita el cuerpo, obscurece el intelecto y degrada el alma. Siempre que los hombres rechacen la invitación del Salvador, se entregan a Satanás. En toda ramificación de la vida, en el hogar, en los negocios y aun en la iglesia, son multitudes los que están haciendo esto hoy. Y a causa de esto la violencia y el crimen se han difundido por toda la tierra; las tinieblas morales, como una mortaja, envuelven las habitaciones de los hombres. Mediante sus especiosas tentaciones, Satanás induce a los hombres a cometer males siempre peores, hasta provocar completa degradación y ruina. La única salvaguardia contra su poder se halla en la presencia de Jesús. Ante los hombres y los ángeles, Satanás se ha revelado como el enemigo y destructor del hombre; Cristo, como su amigo y libertador. Su Espíritu desarrollará en el hombre todo lo que ennoblece el carácter y dignifica la naturaleza. Regenerará al hombre para la gloria de Dios, en cuerpo, alma y espíritu. “Porque no nos ha dado Dios el espíritu de temor, sino el de fortaleza, y de amor, y de templanza [griego, mente sana].” Él nos ha llamado “para alcanzar la gloria—el carácter—de nuestro Señor Jesucristo;” nos ha llamado a ser “hechos conformes a la imagen de su Hijo.” {DTG 308.1}
Y las almas que han sido degradadas en instrumentos de Satanás siguen todavía mediante el poder de Cristo, siendo transformadas en mensajeras de justicia y enviadas por el Hijo de Dios a contar “cuán grandes cosas el Señor ha hecho contigo, y cómo ha tenido misericordia de ti.” {DTG 309.1}
Testimonio: 07-12-2018
Amados, 7 de diciembre, 2018. En sueños me fue mostrado que muchas personas iban a descansar porque no podrán soportar lo que se nos avecina. Dios, en su amor, las reservará en su paternal descanso. {Daisy Escalante: 07-12-2018, es.p1}
Vi muchas personas, que se me refirió que eran fervientes —vivían con mucho fervor la verdad que se les presentó—, más el Señor dictaminó ponerlos a descansar. Me dijo mi acompañante: estos descansarán y estarán reservados para la primera resurrección”. Vi una visión global de este suceso, y los familiares de éstos se afligían mucho. Vi que esto no debiera ser así, de esta manera; no deben estar afligidos, pues ellos están descansando por amor. Vi también muchos niños, de igual manera, bajar al descanso. Y, hasta, jóvenes. {Daisy Escalante: 07-12-2018, es.p2}
La angustia reinaba en este mundo, más el deseo de Dios es que su pueblo permanezca fiel y entienda —y logre entender el maravilloso plan de salvación que se extiende en todo nivel, ya sea en vida o en muerte—. Luego de estos sucesos, que estaban pasando frente a mí, y [de] entender lo sucedido, el escenario me cambió y fui llevada a ver la perversa y maligna obra del enemigo. {Daisy Escalante: 07-12-2018, es.p3}
Vi muchos muertos que aparecían a sus familiares con la voz, físico y edad de la última vez que fueron vistos. Estos ángeles malignos tomaban formas humanas, y eran llevados a los familiares vivos con mensajes subliminales para hacerlos creer en el espiritismo y, por ende, en el originador de este. {Daisy Escalante: 07-12-2018, es.p4}
Se me indicó advertir que esto no debe ser aceptado por ninguno que sea fiel seguidor de Cristo, y que se debe redoblar oración en todo momento y lugar porque, si nos descuidamos, podríamos caer bajo dicho engaño. “Ayunad. Orad. Leed la Palabra de Verdad, la Biblia y el Espíritu de Profecía. Buscad estad a cuentas con Dios en la soledad de la naturaleza, y cantad alabanzas de júbilo a nuestro Dios”. Esto, se me dijo, será nuestra única salvaguardia. Vi que muchos se aferrarán tanto a su dolor que, si persisten en esto, perderán su norte. Se me dijo: “no es el plan de Dios que sus hijos verdaderos, que conocen su plan, sucumban en el quebranto de espíritu. Todo es dado a conocer a vosotros para vuestra libertad y salvación. El que no creyere no podrá ser salvo, pues conoceréis la verdad y ésta os libertará”. {Daisy Escalante: 07-12-2018, es.p5}
En estos momentos, amados, desperté. Desperté al ver cómo es el amor de Dios, [al] entender cómo Dios se muestra a sus hijos para que, en todas las facetas y en todas las circunstancias de esta vida podamos darnos cuenta que hay un Dios poderoso, sustentador, glorioso, que está pendiente de sus hijos en todos los detalles de esta vida. ¡Bendito, glorificado y alabado sea el nombre de nuestro Dios por sus maravillas! Que el Señor me los bendiga. {Daisy Escalante: 07-12-2018, es.p6}
Testimonio: 14-12-2018
Amados, 14 de diciembre de 2018. En sueños, vi cómo iba por una calle con un joven, un adulto varón, y una niña cogida de la mano. En ese camino comenzamos en carro, luego, fue tan estrecho el camino que, tuvimos que proseguir a pie. Se nos indicaba avanzar, por lo peligroso del camino, y, mientras nos apurábamos, vi un edificio de tres pisos. En sus balcones y puertas se asomaban personas que otros admiraban porque éstas habían fallecido y ahora estaban allí moviéndose y hablándole a la multitud que allí se paraba, asombrada, a mirar. Traté de poner sobre aviso a aquella multitud, más estaban como hipnotizados al ver en vida seres que ya habían muerto. Era un momento de sutil emoción, volver a ver a sus seres, ya muertos, supuestamente en vida. Les hacía saltar su corazón de emoción. {Daisy Escalante: 14-12-2018, es.p1}
En ese momento, yo corrí hacia ellos sin detenerme a analizar las consecuencias, y éstos, con sutil engaño, les hablaban palabras de unión y paz a través del bien común. Traté de exhortarlos, porque esas maravillas que ellos escuchaban, los tenían como hipnotizados. ¡Era un grande engaño! ¡no había nada que los hiciera desistir de escuchar y aceptar lo dicho por estos demonios revestidos de sus familiares! Entonces dije: ¡oh, Señor! ¿qué hechizo es este?” Y se me dijo: “éstos, siempre creyeron palabras halagadoras y sutiles. Su vida fue emocionalismo y no racionalismo. No se detuvieron a pensar causa y efecto. Y hoy son presa de este sutil engaño. Sus pies siempre [se] afirmaron en la arena pues la roca, para ellos, era muy dolorosa. La conveniencia se puso en el lugar de la consistencia, y se acostumbraron llamar a lo malo, bueno y a lo bueno, malo. Por eso el espiritismo entró en sus vidas y ellos le extendieron la mano”. {Daisy Escalante: 14-12-2018, es.p2}
En ese momento, amados, ahí desperté. ¡Desperté con un dolor tan grande en mi corazón! Un dolor tan hondo en mi ser porque, amados, estas son cosas que desde [hace] tiempo, ya, se nos dejó saber que iban a pasar. Sin embargo, cuando ocurren, no nos detenemos a pensar en causa y efecto, sino que caemos en estas cosas. Quiera Dios que ninguno de nosotros, ninguno de nosotros, de los que ponemos atención a la Palabra de Dios caigamos en esto. Sabemos que el hombre de pecado está trabajando en estos momentos arduamente. Sabemos que el enemigo está instigando [todo esto] y [está] detrás de todo esto. Sabemos que ya tenemos todo, ya, listo para dar paso a todas estas cosas que el Señor está mostrando. ¡Amados, estemos atentos! ¡no caigamos en esto! ¡Quiera Dios que cada uno de nosotros podamos ser librados de estos hechizos malignos, y que solamente sigamos al Cordero por dondequiera que va! Que el Señor me los bendiga. {Daisy Escalante: 14-12-2018, es.p3}
Testimonio: 01-04-2019
Amados, 1 de abril, 2019. En sueños estaba en la orilla de un río, era un río muy amplio el que yo contemplaba. En ese río, vi, entonces —a lo lejos—, una pequeña embarcación que se acercaba. Escuché al que venía piloteando la embarcación hablar algo con fuerza, más yo no entendí. Entonces, miré detrás de mí, [y] vi otras personas que paseaban tranquilamente por aquel lugar. {Daisy Escalante: 01-04-2019 , es.p1}
La embarcación, entonces, siguió acercándose hasta que pude escuchar claramente lo que decía la persona que lo abordaba. Sus palabras eran: “¡avancen! ¡suban a bordo!” Entonces, comencé a decirles, a todos, el mensaje —porque yo observaba que ninguno accionaba—. Corrí entre todos y empecé a repetir el mensaje. En ese momento vi a conocidos y desconocidos mirarme sin acción de su parte. En ese momento, miré hacia el río y vi al de la embarcación estar muy cerca, más, éste, no tocaba la orilla. Volví a mirar hacia las personas [que paseaban] tranquilamente en el lugar cercano al río y, de pronto, vi como un fuego rugiente y ardiente a lo sumo, venía hacia nosotros devorando todo a su paso. Entonces, en ese momento, grité con todas mis fuerzas: “¡¡suban, suban a la embarcación!! ¡suban a la embarcación!” Pero ellos, ofuscados, corrían a todos lados, menos hacia la embarcación. Sus sentidos estaban aturdidos y muchos estaban paralizados por la situación y sólo gritaban, sin moverse. {Daisy Escalante: 01-04-2019 , es.p2}
Mi acompañante me dijo: “sube a la embarcación”. Entonces avancé sin demora y subí. El capitán me dijo, sin mirarme: “ve y toma asiento”. Pregunté: “¿qué pasará con ellos?” Me dijo: “toma esa bocina y navegaremos cerca de la orilla y diles que suban a la embarcación”. En ese momento, así hice. El capitán comenzó a navegar a lo largo de la orilla del río, y yo, a través de la bocina, les avisaba. Muchos miraban y decían: “acérquense a la orilla para subirnos”. A lo que el capitán respondió: “deben entrar al agua y llegar a la embarcación”. Algunos, muy pocos, comenzaron a entrar al agua y luchaban por entrar a la embarcación mientras el fuego lamía el suelo a su paso y, casi, alcanzaba la orilla. {Daisy Escalante: 01-04-2019 , es.p3}
En esos momentos, vi un joven conocido y le exhortaba a saltar, ya que la embarcación estaba pasando por una orilla, [y] el fin de la orilla [la costa], de ese río, era elevado. Le dije: “¡salta, salta! ¡por favor, salta!” Más éste dilataba. Miró hacia el resto de la orilla, que era más bajo, para entrar en el agua, pero el fuego ya estaba en ella, y, a su vez, el fuego ya, casi, estaba llegando donde él. Entonces le seguía insistiendo: “¡salta!”, pero éste dilataba. En ese momento vi un viento fuerte que sopló y una chispa de fuego pegó en la espalda del joven, yo le oí gritar de dolor. Volví a decirle con todas mis fuerzas: “¡salta, ya sólo quedas tú, todos los demás de la orilla fueron, ya, consumidos por el fuego!” Entonces, en esos momentos, el joven saltó. Y, al caer en el agua, cayó sobre una roca, y fue muy herido y, casi, no podía levantarse. El fuego bajaba por la pared de la orilla hacia el agua donde estaba aquel joven. Entonces el capitán dijo: “¡acerquémonos! Cubran sus rostros y vayan atrás de la embarcación, a todo vapor llegaremos cerca del joven y le tiraremos un salvavidas”. Éste, entonces, hizo de esta manera, se tiró el salvavidas y este joven lo agarró, pero sus heridas no le permitían avanzar. Tiré de la cuerda para arrastrarlo y, así, pudiendo éste avanzar, lo pudimos alejar de la orilla y el capitán agarró conmigo la cuerda y así pudo, el joven, subir a bordo. {Daisy Escalante: 01-04-2019 , es.p4}
Al subir el joven a bordo, el capitán se dirigió a todos y dijo: “este es el resultado de acariciar los anatemas. Éstos serán la perdición de muchos”. Se nos indicó huir de los siete pasos que ya se nos dejaron saber, anteriormente, [y] que son los que nos llevan a la destrucción. {Daisy Escalante: 01-04-2019 , es.p5}
Amados, en ese momento desperté y se me dijo: “Salmo 9”. Dejo esto con cada uno de nosotros para que podamos escudriñar lo que el Señor quiere decirnos a cada uno y que podamos, por gracia de Dios, por su misericordia, ser perdonados y aceptados en Él. Que el Señor me los bendiga. {Daisy Escalante: 01-04-2019 , es.p6}
Salmos 9
1 «Al Músico principal: sobre Mutlaben: Salmo de David» Te alabaré, oh Jehová, con todo mi corazón; contaré todas tus maravillas.
2 Me alegraré y me regocijaré en ti; cantaré a tu nombre, oh Altísimo;
3 mis enemigos volvieron atrás; caerán y perecerán delante de ti.
4 Porque has sostenido mi juicio y mi causa; te sentaste en el trono juzgando [con] justicia.
5 Reprendiste naciones, destruiste al malo, raíste el nombre de ellos eternamente y para siempre.
6 Oh enemigo, acabados son para siempre los asolamientos, y las ciudades que derribaste; su memoria pereció con ellas.
7 Mas Jehová permanecerá para siempre; ha dispuesto su trono para juicio.
8 Y Él juzgará al mundo con justicia; y juzgará a los pueblos con rectitud.
9 Jehová será refugio al oprimido, refugio en los tiempos de angustia.
10 En ti confiarán los que conocen tu nombre; por cuanto tú, oh Jehová, no desamparaste a los que te buscaron.
11 Cantad a Jehová, que habita en Sión; proclamad entre los pueblos sus obras.
12 Cuando demandó la sangre, se acordó de ellos; no se olvidó del clamor de los pobres.
13 Ten misericordia de mí, oh Jehová; mira mi aflicción que padezco de los que me aborrecen, tú que me levantas de las puertas de la muerte;
14 Para que cuente yo todas tus alabanzas en las puertas de la hija de Sión, y me goce en tu salvación.
15 Se hundieron las naciones en la fosa que hicieron; en la red que escondieron fue atrapado su pie.
16 Jehová es conocido por el juicio que hizo; en la obra de sus propias manos fue enlazado el malo. (Higaion. Selah)
17 Los malos serán trasladados al infierno, [y] todas las naciones que se olvidan de Dios.
18 Porque no para siempre será olvidado el pobre; ni la esperanza de los pobres perecerá perpetuamente.
19 Levántate, oh Jehová; no se fortalezca el hombre; sean juzgadas las gentes delante de ti.
20 Pon, oh Jehová, temor en ellos; conozcan las naciones que no son sino hombres. (Selah)
Testimonio: 25-04-2020
25 de abril 2020. A las 11 de la mañana, mientras meditaba en la Palabra del Señor, vino palabra del Señor a mí diciendo: “yo no negocio mi verdad. Hasta el fin habrá personas que querrán negociar la verdad, y dirán: ‘¡Señor, en tu nombre hicimos esto y aquello!’ Y yo les diré: ‘apartaos de Mí, obradores de maldad; porque, negociar la verdad, es ecumenismo”. {Daisy Escalante: 25-04-2020, es.p1}
Palabras fieles y verdaderas del Señor para cada uno de vosotros, que el Señor nos bendiga. {Daisy Escalante: 25-04-2020, es.p2}