Manjar Sabático
12-11-2022
Colosenses 3
1 Si, pues, habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios.
2 Poned vuestra mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra.
3 Porque muertos sois, y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios.
4 Cuando Cristo, nuestra vida, se manifieste, entonces vosotros también seréis manifestados con Él en gloria.
5 Haced morir, pues, vuestros miembros que están en la tierra; fornicación, impureza, pasiones desordenadas, mala concupiscencia y avaricia, que es idolatría;
6 cosas por las cuales viene la ira de Dios sobre los hijos de desobediencia;
7 en las cuales también vosotros anduvisteis en otro tiempo cuando vivíais en ellas.
8 Mas ahora dejad también vosotros todas estas cosas; ira, enojo, malicia, blasfemia, palabras sucias de vuestra boca.
9 No mintáis los unos a los otros, habiéndoos despojado del viejo hombre con sus hechos;
10 y vestíos del nuevo, el cual se va renovando en el conocimiento conforme a la imagen del que lo creó,
11 donde no hay griego ni judío, circuncisión ni incircuncisión, bárbaro ni scyta, siervo ni libre; sino que Cristo [es] el todo, y en todos.
12 Vestíos, pues, como escogidos de Dios, santos y amados, de entrañas de misericordia, de benignidad, de humildad, de mansedumbre, de longanimidad;
13 soportándoos unos a otros, y perdonándoos unos a otros. Si alguno tuviere queja contra otro, de la manera que Cristo os perdonó, así también [hacedlo] vosotros.
14 Y sobre todas estas cosas, [vestíos] de amor que es el vínculo de perfección.
15 Y la paz de Dios reine en vuestros corazones; a la que asimismo sois llamados en un cuerpo; y sed agradecidos.
16 La palabra de Cristo more en abundancia en vosotros en toda sabiduría, enseñándoos y exhortándoos unos a otros con salmos, e himnos, y cánticos espirituales, cantando con gracia en vuestros corazones al Señor.
17 Y todo lo que hacéis, sea de palabra o de hecho, [hacedlo] todo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias al Dios y Padre por medio de Él.
18 Casadas, estad sujetas a vuestros maridos, como conviene en el Señor.
19 Maridos, amad [a vuestras] esposas, y no seáis amargos para con ellas.
20 Hijos, obedeced [a vuestros] padres en todo; porque esto agrada al Señor.
21 Padres, no provoquéis [a ira] a vuestros hijos, para que no se desanimen.
22 Siervos, obedeced en todo [a vuestros] amos según la carne, no sirviendo al ojo, como los que agradan a los hombres, sino con sencillez de corazón, temiendo a Dios.
23 Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres;
24 sabiendo que del Señor recibiréis la recompensa de la herencia; porque a Cristo el Señor servís.
25 Mas el que hace lo malo, recibirá el mal que hiciere, y no hay acepción de personas.
Mateo 24
1 Y [cuando] Jesús salió del templo y se iba, vinieron sus discípulos para mostrarle los edificios del templo.
2 Y Jesús les dijo: ¿No veis todo esto? De cierto os digo: No quedará piedra sobre piedra, que no sea derribada.
3 Y sentándose Él en el monte de los Olivos, los discípulos se le acercaron aparte, diciendo: Dinos, ¿cuándo serán estas cosas, y qué señal [habrá] de tu venida, y del fin del mundo?
4 Respondiendo Jesús, les dijo: Mirad que nadie os engañe.
5 Porque vendrán muchos en mi nombre, diciendo: Yo soy el Cristo; y a muchos engañarán.
6 Y oiréis de guerras, y rumores de guerras; mirad que no os turbéis, porque es menester que todo [esto] acontezca, pero aún no es el fin.
7 Porque se levantará nación contra nación, y reino contra reino; y habrá hambres, y pestilencias, y terremotos en muchos lugares.
8 Y todo esto [será] principio de dolores.
9 Entonces os entregarán para ser atribulados, y os matarán; y seréis aborrecidos de todas las naciones por causa de mi nombre.
10 Y entonces muchos se escandalizarán; y se entregarán unos a otros, y unos a otros se aborrecerán.
11 Y muchos falsos profetas se levantarán, y engañarán a muchos,
12 y por haberse multiplicado la maldad, el amor de muchos se enfriará.
13 Mas el que perseverare hasta el fin, éste será salvo.
14 Y será predicado este evangelio del reino en todo el mundo, para testimonio a todas las naciones; y entonces vendrá el fin.
15 Por tanto, cuando viereis la abominación desoladora, que fue dicha por el profeta Daniel, que estará en el lugar santo (el que lee, entienda).
16 Entonces los que estén en Judea, huyan a los montes.
17 El que esté en la azotea, no descienda a tomar algo de su casa;
18 y el que esté en el campo, no vuelva atrás a tomar su ropa.
19 Y ¡Ay de las que estén encintas, y de las que amamanten en aquellos días!
20 Orad, pues, que vuestra huida no sea en invierno ni en sábado;
21 porque habrá entonces gran tribulación, cual no ha habido desde el principio del mundo hasta ahora, ni jamás habrá.
22 Y si aquellos días no fuesen acortados, ninguna carne sería salva; mas por causa de los escogidos, aquellos días serán acortados.
23 Entonces si alguno os dijere: He aquí [está] el Cristo, o allí, no lo creáis.
24 Porque se levantarán falsos Cristos, y falsos profetas; y harán grandes señales y prodigios, de tal manera que engañarán, si [fuese] posible, aun a los escogidos.
25 He aquí os lo he dicho antes.
26 Así que, si os dijeren: He aquí, está en el desierto, no salgáis: He aquí, en las alcobas, no lo creáis.
27 Porque como el relámpago que sale del oriente y se muestra hasta el occidente, así será también la venida del Hijo del Hombre.
28 Porque dondequiera que esté el cuerpo muerto, allí se juntarán también las águilas.
29 E inmediatamente después de la tribulación de aquellos días, el sol se oscurecerá, y la luna no dará su resplandor, y las estrellas caerán del cielo, y las potencias de los cielos serán conmovidas.
30 Y entonces aparecerá la señal del Hijo del Hombre en el cielo; entonces se lamentarán todas las tribus de la tierra, y verán al Hijo del Hombre viniendo en las nubes del cielo, con poder y gran gloria.
31 Y enviará a sus ángeles con gran voz de trompeta, y juntarán a sus escogidos de los cuatro vientos, desde un extremo del cielo hasta el otro.
32 De la higuera aprended la parábola: Cuando ya su rama enternece, y las hojas brotan, sabéis que el verano [está] cerca.
33 Así también vosotros, cuando veáis todas estas cosas, sabed que está cerca, a las puertas.
34 De cierto os digo: No pasará esta generación, hasta que todo esto acontezca.
35 El cielo y la tierra pasarán, mas mis palabras no pasarán.
36 Pero del día y la hora, nadie sabe, ni los ángeles del cielo, sino sólo mi Padre.
37 Y como en los días de Noé, así también será la venida del Hijo del Hombre.
38 Porque como en los días antes del diluvio estaban comiendo y bebiendo, casándose y dándose en casamiento, hasta el día en que Noé entró en el arca,
39 y no entendieron hasta que vino el diluvio y se los llevó a todos; así también será la venida del Hijo del Hombre.
40 Entonces estarán dos en el campo; el uno será tomado, y el otro será dejado:
41 Dos [mujeres estarán] moliendo en un molino; la una será tomada, y la otra será dejada.
42 Velad, pues, porque no sabéis a que hora ha de venir vuestro Señor.
43 Pero sabed esto, que si el padre de familia supiese en qué vela el ladrón habría de venir, velaría, y no dejaría minar su casa.
44 Por tanto, también vosotros estad apercibidos; porque el Hijo del Hombre vendrá a la hora que no pensáis.
45 ¿Quién es, pues, el siervo fiel y prudente, al cual su señor puso sobre su familia para que les dé el alimento a tiempo?
46 Bienaventurado aquel siervo al cual, cuando su señor venga, le halle haciendo así.
47 De cierto os digo que sobre todos sus bienes le pondrá.
48 Pero si aquel siervo malo dijere en su corazón: Mi señor tarda en venir;
49 y comenzare a golpear [a sus] compañeros, y aun a comer y a beber con los borrachos,
50 vendrá el señor de aquel siervo en el día que no lo espera, y a la hora que no sabe,
51 y le apartará, y pondrá su parte con los hipócritas: Allí será el lloro y el crujir de dientes.
El Conflicto de los Siglos (CS). Capítulo 1: El destino del mundo predicho
“¡Oh si también tú conocieses, a lo menos en este tu día, lo que toca a tu paz! más ahora está encubierto de tus ojos. Porque vendrán días sobre ti, que tus enemigos te cercarán con baluarte, y te pondrán cerco, y de todas partes te pondrán en estrecho, y te derribarán a tierra, y a tus hijos dentro de ti; y no dejarán sobre ti piedra sobre piedra; por cuanto no conociste el tiempo de tu visitación”. Lucas 19:42-44. {CS 17.1; GC.17.1}
Desde lo alto del Monte de los Olivos miraba Jesús a Jerusalén, que ofrecía a sus ojos un cuadro de hermosura y de paz. Era tiempo de Pascua, y de todas las regiones del orbe los hijos de Jacob se habían reunido para celebrar la gran fiesta nacional. De entre viñedos y jardines como de entre las verdes laderas donde se veían esparcidas las tiendas de los peregrinos, elevábanse las colinas con sus terrazas, los airosos palacios y los soberbios baluartes de la capital israelita. La hija de Sión parecía decir en su orgullo: “¡Estoy sentada reina, y […] nunca veré el duelo!” porque siendo amada, como lo era, creía estar segura de merecer aún los favores del cielo como en los tiempos antiguos cuando el poeta rey cantaba: “Hermosa provincia, el gozo de toda la tierra es el monte de Sión, […] la ciudad del gran Rey”. Salmos 48:2. Resaltaban a la vista las construcciones espléndidas del templo, cuyos muros de mármol blanco como la nieve estaban entonces iluminados por los últimos rayos del sol poniente que al hundirse en el ocaso hacía resplandecer el oro de puertas, torres y pináculos. Y así destacábase la gran ciudad, “perfección de hermosura”, orgullo de la nación judaica. ¡Qué hijo de Israel podía permanecer ante semejante espectáculo sin sentirse conmovido de gozo y admiración! Pero eran muy ajenos a todo esto los pensamientos que embargaban la mente de Jesús. “Como llegó cerca, viendo la ciudad, lloró sobre ella”. Lucas 19:41. En medio del regocijo que provocara su entrada triunfal, mientras el gentío agitaba palmas, y alegres hosannas repercutían en los montes, y mil voces le proclamaban Rey, el Redentor del mundo se sintió abrumado por súbita y misteriosa tristeza. Él, el Hijo de Dios, el Prometido de Israel, que había vencido a la muerte arrebatándole sus cautivos, lloraba, no presa de común abatimiento, sino dominado por intensa e irreprimible agonía. {CS 17.2; GC.17.2}
No lloraba por sí mismo, por más que supiera adonde iba: el Getsemaní, lugar de su próxima y terrible agonía, que se extendía ante su vista. La puerta de las ovejas se divisaba también; por ella habían entrado durante siglos y siglos las víctimas para el sacrificio, y pronto iba a abrirse para él, cuando “como cordero” fuera “llevado al matadero”. Isaías 53:7. Poco más allá se destacaba el Calvario, lugar de la crucifixión. Sobre la senda que pronto le tocaría recorrer, iban a caer densas y horrorosas tinieblas mientras él entregaba su alma en expiación por el pecado. No era, sin embargo, la contemplación de aquellas escenas lo que arrojaba sombras sobre el Señor en aquella hora de gran regocijo, ni tampoco el presentimiento de su angustia sobrehumana lo que nublaba su alma generosa. Lloraba por el fatal destino de los millares de Jerusalén, por la ceguedad y por la dureza de corazón de aquellos a quienes él viniera a bendecir y salvar. {CS 18.1; GC.18.1}
La historia de más de mil años durante los cuales Dios extendiera su favor especial y sus tiernos cuidados en beneficio de su pueblo escogido, desarrollábase ante los ojos de Jesús. Allí estaba el monte Moriah, donde el hijo de la promesa, cual mansa víctima que se entrega sin resistencia, fue atado sobre el altar como emblema del sacrificio del Hijo de Dios. Allí fue donde se le habían confirmado, al padre de los creyentes, el pacto de bendición y la gloriosa promesa de un Mesías. Génesis 22:9, 16-18. Allí era donde las llamas del sacrificio, al ascender al cielo desde la era de Ornán, habían desviado la espada del ángel exterminador (1 Crónicas 21), símbolo adecuado del sacrificio de Cristo y de su mediación por los culpables. Jerusalén había sido honrada por Dios sobre toda la tierra. El Señor había “elegido a Sión; la quiso por morada suya”. Salmos 132:13 (RV95). Allí habían proclamado los santos profetas durante siglos y siglos sus mensajes de amonestación. Allí habían mecido los sacerdotes sus incensarios y había subido hacia Dios el humo del incienso, mezclado con las plegarias de los adoradores. Allí había sido ofrecida día tras día la sangre de los corderos sacrificados, que anunciaban al Cordero de Dios que había de venir al mundo. Allí había manifestado Jehová su presencia en la nube de gloria, sobre el propiciatorio. Allí se había asentado la base de la escalera mística que unía el cielo con la tierra (Génesis 28:12; Juan 1:51), que Jacob viera en sueños y por la cual los ángeles subían y bajaban, mostrando así al mundo el camino que conduce al lugar santísimo. De haberse mantenido Israel como nación fiel al cielo, Jerusalén habría sido para siempre la elegida de Dios. Jeremías 17:21-25. Pero la historia de aquel pueblo tan favorecido era un relato de sus apostasías y sus rebeliones. Había resistido la gracia del cielo, abusado de sus prerrogativas y menospreciado sus oportunidades. {CS 18.2; GC.18.2}
A pesar de que los hijos de Israel “hacían escarnio de los mensajeros de Dios, y menospreciaban sus palabras, burlándose de sus profetas” (2 Crónicas 36:16), el Señor había seguido manifestándoseles como “Jehová, fuerte, misericordioso, y piadoso; tardo para la ira, y grande en benignidad y verdad”. Éxodo 34:6. Y por más que le rechazaran una y otra vez, de continuo había seguido instándoles con bondad inalterable. Más grande que la amorosa compasión del padre por su hijo era el solícito cuidado con que Dios velaba por su pueblo enviándole “amonestaciones por mano de sus mensajeros, madrugando para enviárselas; porque tuvo compasión de su pueblo y de su morada”. 2 Crónicas 36:15 (VM). Y al fin, habiendo fracasado las amonestaciones, las reprensiones y las súplicas, les envió el mejor don del cielo; más aún, derramó todo el cielo en ese solo Don. {CS 19.1; GC.19.1}
El Hijo de Dios fue enviado para exhortar a la ciudad rebelde. Era Cristo quien había sacado a Israel como “una vid de Egipto”. Salmos 80:8. Con su propio brazo, había arrojado a los gentiles de delante de ella; la había plantado “en un recuesto, lugar fértil”; la había cercado cuidadosamente y había enviado a sus siervos para que la cultivasen. “¿Qué más se había de hacer a mi viña—exclamó—, que yo no haya hecho en ella?” A pesar de estos cuidados, y por más que, habiendo esperado “que llevase uvas” valiosas, las había dado “silvestres” (Isaías 5:1-4), el Señor compasivo, movido por su anhelo de obtener fruto, vino en persona a su viña para librarla, si fuera posible, de la destrucción. La labró con esmero, la podó y la cuidó. Fue incansable en sus esfuerzos para salvar aquella viña que él mismo había plantado. {CS 20.1; GC.19.2}
Durante tres años, el Señor de la luz y de la gloria estuvo yendo y viniendo entre su pueblo. “Anduvo haciendo bienes, y sanando a todos los oprimidos del diablo”, curando a los de corazón quebrantado, poniendo en libertad a los cautivos, dando vista a los ciegos, haciendo andar a los cojos y oír a los sordos, limpiando a los leprosos, resucitando muertos y predicando el evangelio a los pobres. Hechos 10:38; Lucas 4:18; Mateo 11:5. A todas las clases sociales por igual dirigía el llamamiento de gracia: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, que yo os haré descansar”. Mateo 11:28. {CS 20.2; GC.20.1}
A pesar de recibir por recompensa el mal por el bien y el odio a cambio de su amor (Salmos 109:5), prosiguió con firmeza su misión de paz y misericordia. Jamás fue rechazado ninguno de los que se acercaron a él en busca de su gracia. Errante y sin hogar, sufriendo cada día oprobio y penurias, solo vivió para ayudar a los pobres, aliviar a los agobiados y persuadirlos, a todos, a que aceptasen el don de vida. Los efluvios de la misericordia divina eran rechazados por aquellos corazones endurecidos y reacios, pero volvían sobre ellos con más vigor, impulsados por la augusta compasión y por la fuerza del amor que sobrepuja a todo entendimiento. Israel empero se alejó de él, apartándose así de su mejor Amigo y de su único Auxiliador. Su amor fue despreciado, rechazados sus dulces consejos y ridiculizadas sus cariñosas amonestaciones. {CS 20.3; GC.20.2}
La hora de esperanza y de perdón transcurrió rápidamente. La copa de la ira de Dios, por tanto tiempo contenida, estaba casi llena. La nube que había ido formándose a través de los tiempos de apostasía y rebelión, veíase ya negra, cargada de maldiciones, próxima a estallar sobre un pueblo culpable; y el único que podía librarle de su suerte fatal inminente había sido menospreciado, escarnecido y rechazado, y en breve lo iban a crucificar. Cuando el Cristo estuviera clavado en la cruz del Calvario, ya habría transcurrido para Israel su día como nación favorecida y saciada de las bendiciones de Dios. La pérdida de una sola alma se considera como una calamidad infinitamente más grande que la de todas las ganancias y todos los tesoros de un mundo; pero mientras Jesús fijaba su mirada en Jerusalén, veía la ruina de toda una ciudad, de todo un pueblo; de aquella ciudad y de aquel pueblo que habían sido elegidos de Dios, su especial tesoro. {CS 20.4; GC.20.3}
Los profetas habían llorado la apostasía de Israel y lamentado las terribles desolaciones con que fueron castigadas sus culpas. Jeremías deseaba que sus ojos se volvieran manantiales de lágrimas para llorar día y noche por los muertos de la hija de su pueblo y por el rebaño del Señor que fue llevado cautivo. Jeremías 9:1; 13:17. ¡Cuál no sería entonces la angustia de Aquel cuya mirada profética abarcaba, no unos pocos años, sino muchos siglos! Veía al ángel exterminador blandir su espada sobre la ciudad que por tanto tiempo fuera morada de Jehová. Desde la cumbre del Monte de los Olivos, en el lugar mismo que más tarde iba a ser ocupado por Tito y sus soldados, miró a través del valle los atrios y pórticos sagrados, y con los ojos nublados por las lágrimas, vio en horroroso anticipo los muros de la ciudad circundados por tropas extranjeras; oyó el estrépito de las legiones que marchaban en son de guerra, y los tristes lamentos de las madres y de los niños que lloraban por pan en la ciudad sitiada. Vio el templo santo y hermoso, los palacios y las torres devorados por las llamas, dejando en su lugar tan solo un montón de humeantes ruinas. {CS 21.1; GC.21.1}
Cruzando los siglos con la mirada, vio al pueblo del pacto disperso en toda la tierra, “como náufragos en una playa desierta”. En la retribución temporal que estaba por caer sobre sus hijos, vio el primer trago de la copa de la ira que en el juicio final aquel mismo pueblo deberá apurar hasta las heces. La compasión divina y el sublime amor de Cristo hallaron su expresión en estas lúgubres palabras: “¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas, y apedreas a los que son enviados a ti! ¡cuántas veces quise juntar tus hijos, como la gallina junta sus pollos debajo de las alas, y no quisiste!” Mateo 23:37. ¡Oh! ¡si tú, nación favorecida entre todas, hubieras conocido el tiempo de tu visitación y lo que atañe a tu paz! Yo detuve al ángel de justicia y te llamé al arrepentimiento, pero en vano. No rechazaste tan solo a los siervos ni despreciaste tan solo a los enviados y profetas, sino al Santo de Israel, tu Redentor. Si eres destruida, tú sola tienes la culpa. “No queréis venir a mí, para que tengáis vida”. Juan 5:40. {CS 21.2; GC.21.2}
Cristo vio en Jerusalén un símbolo del mundo endurecido en la incredulidad y rebelión que corría presuroso a recibir el pago de la justicia de Dios. Los lamentos de una raza caída oprimían el alma del Señor, y le hicieron prorrumpir en esas expresiones de dolor. Vio además las profundas huellas del pecado marcadas por la miseria humana con lágrimas y sangre; su tierno corazón se conmovió de compasión infinita por las víctimas de los padecimientos y aflicciones de la tierra; anheló salvarlos a todos. Pero ni aun su mano podía desviar la corriente del dolor humano que del pecado dimana; pocos buscarían la única fuente de salud. Él estaba dispuesto a derramar su misma alma hasta la muerte, y poner así la salvación al alcance de todos; pero muy pocos iban a acudir a él para tener vida eterna. {CS 22.1; GC.22.1}
¡Mirad al Rey del cielo derramando copioso llanto! ¡Ved al Hijo del Dios infinito turbado en espíritu y doblegado bajo el peso del dolor! Los cielos se llenaron de asombro al contemplar semejante escena que pone tan de manifiesto la culpabilidad enorme del pecado, y que nos enseña lo que le cuesta, aun al poder infinito, salvar al pecador de las consecuencias que le acarrea la transgresión de la ley de Dios. Dirigiendo Jesús sus miradas hasta la última generación vio al mundo envuelto en un engaño semejante al que causó la destrucción de Jerusalén. El gran pecado de los judíos consistió en que rechazaron a Cristo; el gran pecado del mundo cristiano iba a consistir en que rechazaría la ley de Dios, que es el fundamento de su gobierno en el cielo y en la tierra. Los preceptos del Señor iban a ser menospreciados y anulados. Millones de almas sujetas al pecado, esclavas de Satanás, condenadas a sufrir la segunda muerte, se negarían a escuchar las palabras de verdad en el día de su visitación. ¡Terrible ceguedad, extraña infatuación! {CS 22.2; GC.22.2}
Dos días antes de la Pascua, cuando Cristo se había despedido ya del templo por última vez, después de haber denunciado públicamente la hipocresía de los príncipes de Israel, volvió al Monte de los Olivos, acompañado de sus discípulos y se sentó entre ellos en una ladera cubierta de blando césped, dominando con la vista la ciudad. Una vez más contempló sus muros, torres y palacios. Una vez más miró el templo que en su deslumbrante esplendor parecía una diadema de hermosura que coronara al sagrado monte. {CS 22.3; GC.23.1}
Mil años antes el salmista había magnificado la bondad de Dios hacia Israel porque había escogido aquel templo como su morada. “En Salem está su tabernáculo, y su habitación en Sión”. “Escogió la tribu de Judá, el monte de Sión, al cual amó. Y edificó su santuario a manera de eminencia”. Salmos 76:2; 78:68, 69. El primer templo había sido erigido durante la época de mayor prosperidad en la historia de Israel. Vastos almacenes fueron construidos para contener los tesoros que con dicho propósito acumulara el rey David, y los planos para la edificación del templo fueron hechos por inspiración divina. 1 Crónicas 28:12, 19. Salomón, el más sabio de los monarcas de Israel, completó la obra. Este templo resultó ser el edificio más soberbio que este mundo haya visto. No obstante, el Señor declaró por boca del profeta Hageo, refiriéndose al segundo templo: “Mayor será la gloria postrera de esta Casa que la gloria anterior”. “Sacudiré todas las naciones, y vendrá el Deseado de todas las naciones; y llenaré esta Casa de gloria, dice Jehová de los ejércitos”. Hageo 2:9, 7 (VM). {CS 23.1; GC.23.2}
Después de su destrucción por Nabucodonosor, el templo fue reconstruido unos cinco siglos antes del nacimiento de Cristo por un pueblo que tras largo cautiverio había vuelto a su país asolado y casi desierto. Había entonces en Israel algunos hombres muy ancianos que habían visto la gloria del templo de Salomón y que lloraban al ver el templo nuevo que parecía tan inferior al anterior. El sentimiento que dominaba entre el pueblo nos es fielmente descrito por el profeta cuando dice: “¿Quién ha quedado entre vosotros que haya visto esta casa en su primera gloria, y cual ahora la veis? ¿No es ella como nada delante de vuestros ojos?” Hageo 2:3; Esdras 3:12. {CS 23.2; GC.23.3}
Entonces fue dada la promesa de que la gloria del segundo templo sería mayor que la del primero. Pero el segundo templo no igualó al primero en magnificencia ni fue santificado por las señales visibles de la presencia divina con que lo fuera el templo de Salomón, ni hubo tampoco manifestaciones de poder sobrenatural que dieran realce a su dedicación. Ninguna nube de gloria cubrió al santuario que acababa de ser erigido; no hubo fuego que descendiera del cielo para consumir el sacrificio sobre el altar. La manifestación divina no se encontraba ya entre los querubines en el lugar santísimo; ya no estaban allí el arca del testimonio, ni el propiciatorio, ni las tablas de la ley. Ninguna voz del cielo se dejaba oír para revelar la voluntad del Señor al sacerdote que preguntaba por ella. {CS 23.3; GC.24.1}
Durante varios siglos los judíos se habían esforzado para probar cómo y dónde se había cumplido la promesa que Dios había dado por Hageo. Pero el orgullo y la incredulidad habían cegado su mente de tal modo que no comprendían el verdadero significado de las palabras del profeta. Al segundo templo no le fue conferido el honor de ser cubierto con la nube de la gloria de Jehová, pero sí fue honrado con la presencia de Uno en quien habitaba corporalmente la plenitud de la Divinidad, de Uno que era Dios mismo manifestado en carne. Cuando el Nazareno enseñó y realizó curaciones en los atrios sagrados se cumplió la profecía gloriosa: él era el “Deseado de todas las naciones” que entraba en su templo. Por la presencia de Cristo, y solo por ella, la gloria del segundo templo superó la del primero; pero Israel tuvo en poco al anunciado don del cielo; y con el humilde Maestro que salió aquel día por la puerta de oro, la gloria había abandonado el templo para siempre. Así se cumplieron las palabras del Señor, que dijo: “He aquí vuestra casa os es dejada desierta”. Mateo 23:38. {CS 24.1; GC.24.2}
Los discípulos se habían llenado de asombro, y hasta de temor, al oír las predicciones de Cristo respecto de la destrucción del templo, y deseaban entender de un modo más completo el significado de sus palabras. Durante más de cuarenta años se habían prodigado riquezas, trabajo y arte arquitectónico para enaltecer los esplendores y la grandeza de aquel templo. Herodes el Grande y hasta el mismo emperador del mundo contribuyeron con los tesoros de los judíos y con las riquezas romanas a engrandecer la magnificencia del hermoso edificio. Con este objeto habíanse importado de Roma enormes bloques de preciado mármol, de tamaño casi fabuloso, a los cuales los discípulos llamaron la atención del Maestro, diciéndole: “Mira qué piedras, y qué edificios”. Marcos 13:1. {CS 24.2; GC.24.3}
Pero Jesús contestó con estas solemnes y sorprendentes palabras: “De cierto os digo, que no será dejada aquí piedra sobre piedra, que no sea destruida”. Mateo 24:2. {CS 24.3; GC.25.1}
Los discípulos creyeron que la destrucción de Jerusalén coincidiría con los sucesos de la venida personal de Cristo revestido de gloria temporal para ocupar el trono de un imperio universal, para castigar a los judíos impenitentes y libertar a la nación del yugo romano. Cristo les había anunciado que volvería, y por eso al oírle predecir los juicios que amenazaban a Jerusalén, se figuraron que ambas cosas sucederían al mismo tiempo y, al reunirse en derredor del Señor en el Monte de los Olivos, le preguntaron: “¿Cuándo serán estas cosas, y qué señal habrá de tu venida, y del fin del mundo?” Mateo 24:3. {CS 24.4; GC.25.2}
Lo porvenir les era misericordiosamente velado a los discípulos. De haber visto con toda claridad esos dos terribles acontecimientos futuros: los sufrimientos del Redentor y su muerte, y la destrucción del templo y de la ciudad, los discípulos hubieran sido abrumados por el miedo y el dolor. Cristo les dio un bosquejo de los sucesos culminantes que habrían de desarrollarse antes de la consumación de los tiempos. Sus palabras no fueron entendidas plenamente entonces, pero su significado iba a aclararse a medida que su pueblo necesitase la instrucción contenida en esas palabras. La profecía del Señor entrañaba un doble significado: al par que anunciaba la ruina de Jerusalén presagiaba también los horrores del gran día final. {CS 25.1; GC.25.3}
Jesús declaró a los discípulos los castigos que iban a caer sobre el apóstata Israel y especialmente los que debería sufrir por haber rechazado y crucificado al Mesías. Iban a producirse señales inequívocas, precursoras del espantoso desenlace. La hora aciaga llegaría presta y repentinamente. Y el Salvador advirtió a sus discípulos: “Por tanto, cuando viereis la abominación del asolamiento, que fue dicha por Daniel profeta, que estará en el lugar santo (el que lee, entienda), entonces los que estén en Judea, huyan a los montes”. Mateo 24:15, 16; Lucas 21:20. Tan pronto como los estandartes del ejército romano idólatra fuesen clavados en el suelo sagrado, que se extendía varios estadios más allá de les muros, los creyentes en Cristo debían huir a un lugar seguro. Al ver la señal preventiva, todos los que quisieran escapar debían hacerlo sin tardar. Tanto en tierra de Judea como en la propia ciudad de Jerusalén el aviso de la fuga debía ser aprovechado en el acto. Todo el que se hallase en aquel instante en el tejado de su casa no debía entrar en ella ni para tomar consigo los más valiosos tesoros; los que trabajaran en el campo y en los viñedos no debían perder tiempo en volver por las túnicas que se hubiesen quitado para sobrellevar mejor el calor y la faena del día. Todos debían marcharse sin tardar si no querían verse envueltos en la ruina general. {CS 25.2; GC.25.4}
Durante el reinado de Herodes, la ciudad de Jerusalén no solo había sido notablemente embellecida, sino también fortalecida. Se erigieron torres, muros y fortalezas que, unidos a la ventajosa situación topográfica del lugar, la hacían aparentemente inexpugnable. Si en aquellos días alguien hubiese predicho públicamente la destrucción de la ciudad, sin duda habría sido considerado cual lo fuera Noé en su tiempo: como alarmista insensato. Pero Cristo había dicho: “El cielo y la tierra pasarán, mas mis palabras no pasarán”. Mateo 24:35. La ira del Señor se había declarado contra Jerusalén a causa de sus pecados, y su obstinada incredulidad hizo inevitable su condenación. {CS 25.3; GC.26.1}
El Señor había dicho por el profeta Miqueas: “Oíd ahora esto, cabezas de la casa de Jacob, y capitanes de la casa de Israel, que abomináis el juicio, y pervertís todo el derecho; que edificáis a Sión con sangre, y a Jerusalén con injusticia; sus cabezas juzgan por cohecho, y sus sacerdotes enseñan por precio, y sus profetas adivinan por dinero; y apóyanse en Jehová diciendo: ¿No está Jehová entre nosotros? No vendrá mal sobre nosotros”. Miqueas 3:9-11. {CS 26.1; GC.26.2}
Estas palabras dan una idea cabal de cuán corruptos eran los moradores de Jerusalén y de cuán justos se consideraban. A la vez que se decían escrupulosos observadores de la ley de Dios, quebrantaban todos sus preceptos. La pureza de Cristo y su santidad hacían resaltar la iniquidad de ellos; por eso le aborrecían y le señalaban como el causante de todas las desgracias que les habían sobrevenido como consecuencia de su maldad. Aunque harto sabían que Cristo no tenía pecado, declararon que su muerte era necesaria para la seguridad de la nación. Los príncipes de los sacerdotes y los fariseos decían; “Si le dejamos así, todos creerán en él; y vendrán los romanos y destruirán nuestro lugar y nuestra nación”. Juan 11:48 (VM). Si se sacrificaba a Cristo, pensaban ellos, podrían ser otra vez un pueblo fuerte y unido. Así discurrían, y convinieron con el sumo sacerdote en que era mejor que uno muriera y no que la nación entera se perdiese. {CS 26.2; GC.27.1}
Así era cómo los príncipes judíos habían edificado “a Sión con sangre, y a Jerusalén con iniquidad”, y al paso que sentenciaban a muerte a su Salvador porque les echara en cara sus iniquidades, se atribuían tanta justicia que se consideraban el pueblo favorecido de Dios y esperaban que el Señor viniese a librarlos de sus enemigos. “Por tanto, había añadido el profeta, a causa de vosotros será Sión arada como campo, y Jerusalén será majanos, y el monte de la casa como cumbres de breñal”. Miqueas 3:12. {CS 26.3; GC.27.2}
Dios aplazó sus juicios sobre la ciudad y la nación hasta cosa de cuarenta años después que Cristo hubo anunciado el castigo de Jerusalén. Admirable fue la paciencia que tuvo Dios con los que rechazaran su evangelio y asesinaran a su Hijo. La parábola de la higuera estéril representa el trato bondadoso de Dios con la nación judía. Ya había sido dada la orden: “Córtala, ¿por qué ocupará aún la tierra?” (Lucas 13:7), pero la divina misericordia la preservó por algún tiempo. Había todavía muchos judíos que ignoraban lo que habían sido el carácter y la obra de Cristo. Y los hijos no habían tenido las oportunidades ni visto la luz que sus padres habían rechazado. Por medio de la predicación de los apóstoles y de sus compañeros, Dios iba a hacer brillar la luz sobre ellos para que pudiesen ver cómo se habían cumplido las profecías, no únicamente las que se referían al nacimiento y vida del Salvador sino también las que anunciaban su muerte y su gloriosa resurrección. Los hijos no fueron condenados por los pecados de sus padres; pero cuando, conociendo ya plenamente la luz que fuera dada a sus padres, rechazaron la luz adicional que a ellos mismos les fuera concedida, entonces se hicieron cómplices de las culpas de los padres y colmaron la medida de su iniquidad. {CS 27.1; GC.27.3}
La longanimidad de Dios hacia Jerusalén no hizo sino confirmar a los judíos en su terca impenitencia. Por el odio y la crueldad que manifestaron hacia los discípulos de Jesús rechazaron el último ofrecimiento de misericordia. Dios les retiró entonces su protección y dio rienda suelta a Satanás y a sus ángeles, y la nación cayó bajo el dominio del caudillo que ella misma se había elegido. Sus hijos menospreciaron la gracia de Cristo, que los habría capacitado para subyugar sus malos impulsos, y estos los vencieron. Satanás despertó las más fieras y degradadas pasiones de sus almas. Los hombres ya no razonaban, completamente dominados por sus impulsos y su ira ciega. En su crueldad se volvieron satánicos. Tanto en la familia como en la nación, en las clases bajas como en las clases superiores del pueblo, no reinaban más que la sospecha, la envidia, el odio, el altercado, la rebelión y el asesinato. No había seguridad en ninguna parte. Los amigos y parientes se hacían traición unos a otros. Los padres mataban a los hijos y estos a sus padres. Los que gobernaban al pueblo no tenían poder para gobernarse a sí mismos: las pasiones más desordenadas los convertían en tiranos. Los judíos habían aceptado falsos testimonios para condenar al Hijo inocente de Dios; y ahora las acusaciones más falsas hacían inseguras sus propias vidas. Con sus hechos habían expresado desde hacía tiempo sus deseos: “¡Quitad de delante de nosotros al Santo de Israel!” (Isaías 30:11, VM) y ya dichos deseos se habían cumplido. El temor de Dios no les preocupaba más; Satanás se encontraba ahora al frente de la nación y las más altas autoridades civiles y religiosas estaban bajo su dominio. {CS 27.2; GC.28.1}
Los jefes de los bandos opuestos hacían a veces causa común para despojar y torturar a sus desgraciadas víctimas, y otras veces esas mismas facciones peleaban unas con otras y se daban muerte sin misericordia; ni la santidad del templo podía refrenar su ferocidad. Los fieles eran derribados al pie de los altares, y el santuario era mancillado por los cadáveres de aquellas carnicerías. No obstante, en su necia y abominable presunción, los instigadores de la obra infernal declaraban públicamente que no temían que Jerusalén fuese destruida, pues era la ciudad de Dios; y, con el propósito de afianzar su satánico poder, sobornaban a falsos profetas para que proclamaran que el pueblo debía esperar la salvación de Dios, aunque ya el templo estaba sitiado por las legiones romanas. Hasta el fin las multitudes creyeron firmemente que el Todopoderoso intervendría para derrotar a sus adversarios. Pero Israel había despreciado la protección de Dios, y no había ya defensa alguna para él. ¡Desdichada Jerusalén! Mientras la desgarraban las contiendas intestinas y la sangre de sus hijos, derramada por sus propias manos, teñía sus calles de carmesí, los ejércitos enemigos echaban a tierra sus fortalezas y mataban a sus guerreros! {CS 28.1; GC.29.1}
Todas las predicciones de Cristo acerca de la destrucción de Jerusalén se cumplieron al pie de la letra; los judíos palparon la verdad de aquellas palabras de advertencia del Señor: “Con la medida que medís, se os medirá”. Mateo 7:2 (VM). {CS 28.2; GC.29.2}
Aparecieron muchas señales y maravillas como síntomas precursores del desastre y de la condenación. A la media noche una luz extraña brillaba sobre el templo y el altar. En las nubes, a la puesta del sol, se veían como carros y hombres de guerra que se reunían para la batalla. Los sacerdotes que ministraban de noche en el santuario eran aterrorizados por ruidos misteriosos; temblaba la tierra y se oían voces que gritaban: “¡Salgamos de aquí!” La gran puerta del oriente, que por su enorme peso era difícil de cerrar entre veinte hombres y que estaba asegurada con formidables barras de hierro afirmadas en el duro pavimento de piedras de gran tamaño, se abrió a la media noche de una manera misteriosa (Milman, History of the Jews, libro 13). {CS 28.3; GC.29.3}
Durante siete años un hombre recorrió continuamente las calles de Jerusalén anunciando las calamidades que iban a caer sobre la ciudad. De día y de noche entonaba la frenética endecha: “Voz del oriente, voz del occidente, voz de los cuatro vientos, voz contra Jerusalén y contra el templo, voz contra el esposo y la esposa, voz contra todo el pueblo” (ibíd., libro 13). {CS 29.1; GC.30.1}
Este extraño personaje fue encarcelado y azotado sin que exhalase una queja. A los insultos que le dirigían y a las burlas que le hacían, no contestaba sino con estas palabras: “¡Ay de Jerusalén! ¡Ay, ay de sus moradores!” y sus tristes presagios no dejaron de oírse sino cuando encontró la muerte en el sitio que él había predicho. {CS 29.2; GC.30.1}
Ni un solo cristiano pereció en la destrucción de Jerusalén. Cristo había prevenido a sus discípulos, y todos los que creyeron sus palabras esperaron atentamente las señales prometidas. “Cuando viereis a Jerusalén cercada de ejércitos —había dicho Jesús—, sabed entonces que su destrucción ha llegado. Entonces los que estuvieren en Judea, huyan a los montes; y los que en medio de ella, váyanse”. Lucas 21:20, 21. Después que los soldados romanos, al mando del general Cestio Galo, hubieron rodeado la ciudad, abandonaron de pronto el sitio de una manera inesperada y eso cuando todo parecía favorecer un asalto inmediato. Perdida ya la esperanza de poder resistir el ataque, los sitiados estaban a punto de rendirse, cuando el general romano retiró sus fuerzas sin motivo aparente para ello. Empero la previsora misericordia de Dios había dispuesto los acontecimientos para bien de los suyos. Ya estaba dada la señal a los cristianos que aguardaban el cumplimiento de las palabras de Jesús, y en aquel momento se les ofrecía una oportunidad que debían aprovechar para huir, conforme a las indicaciones dadas por el Maestro. Los sucesos se desarrollaron de modo tal que ni los judíos ni los romanos hubieran podido evitar la huida de los creyentes. Habiéndose retirado Cestio, los judíos hicieron una salida para perseguirle y entre tanto que ambas fuerzas estaban así empeñadas, los cristianos pudieron salir de la ciudad, aprovechando la circunstancia de estar los alrededores totalmente despejados de enemigos que hubieran podido cerrarles el paso. En la época del sitio, los judíos habían acudido numerosos a Jerusalén para celebrar la fiesta de los tabernáculos y así fue como los cristianos esparcidos por todo el país pudieron escapar sin dificultad. Inmediatamente se encaminaron hacia un lugar seguro, la ciudad de Pella, en tierra de Perea, allende el Jordán. {CS 29.3; GC.30.2}
Las fuerzas judaicas perseguían de cerca a Cestio y a su ejército, y cayeron sobre la retaguardia con tal furia que amenazaban destruirla totalmente. Solo a duras penas pudieron las huestes romanas completar su retirada. Los judíos no sufrieron más que pocas bajas, y con los despojos que obtuvieron volvieron en triunfo a Jerusalén. Pero este éxito aparente no les acarreó sino perjuicios, pues despertó en ellos un espíritu de necia resistencia contra los romanos, que no tardó en traer males incalculables a la desdichada ciudad. {CS 30.1; GC.31.1}
Espantosas fueron las calamidades que sufrió Jerusalén cuando el sitio se reanudó bajo el mando de Tito. La ciudad fue sitiada en el momento de la Pascua, cuando millones de judíos se hallaban reunidos dentro de sus muros. Los depósitos de provisiones que, de haber sido conservados, hubieran podido abastecer a toda la población por varios años, habían sido destruidos a consecuencia de la rivalidad y de las represalias de las facciones en lucha, y pronto los vecinos de Jerusalén empezaron a sucumbir a los horrores del hambre. Una medida de trigo se vendía por un talento. Tan atroz era el hambre, que los hombres roían el cuero de sus cintos, sus sandalias y las cubiertas de sus escudos. Muchos salían durante la noche para recoger las plantas silvestres que crecían fuera de los muros, a pesar de que muchos de ellos eran aprehendidos y muertos por crueles torturas, y a menudo los que lograban escapar eran despojados de aquello que habían conseguido aun con riesgo de la vida. Los que estaban en el poder imponían los castigos más infamantes para obligar a los necesitados a entregar los últimos restos de provisiones que guardaban escondidos; y tamañas atrocidades eran perpetradas muchas veces por gente bien alimentada que solo deseaba almacenar provisiones para más tarde. {CS 30.2; GC.31.2}
Millares murieron a consecuencia del hambre y la pestilencia. Los afectos naturales parecían haber desaparecido: los esposos se arrebataban unos a otros los alimentos; los hijos quitaban a sus ancianos padres la comida que se llevaban a la boca, y la pregunta del profeta: “¿Se olvidará acaso la mujer de su niño mamante?” recibió respuesta en el interior de los muros de la desgraciada ciudad, tal como la diera la Santa Escritura: “Las misericordiosas manos de las mujeres cuecen a sus mismos hijos! ¡Estos les sirven de comida en el quebranto de la hija de mi pueblo!” Isaías 49:15; Lamentaciones 4:10 (VM). {CS 30.3; GC.32.1}
Una vez más se cumplía la profecía pronunciada catorce siglos antes, y que dice: “La mujer tierna y delicada en medio de ti, que nunca probó a asentar en tierra la planta de su pie, de pura delicadeza y ternura, su ojo será avariento para con el marido de su seno, y para con su hijo y su hija, así respecto de su niño recién nacido como respecto de sus demás hijos que hubiere parido; porque ella sola los comerá ocultamente en la falta de todo, en la premura y en la estrechez con que te estrecharán tus enemigos dentro de tus ciudades”. Deuteronomio 28:56, 57 (VM). {CS 30.4; GC.32.1}
Los jefes romanos procuraron aterrorizar a los judíos para que se rindiesen. A los que eran apresados resistiendo, los azotaban, los atormentaban y los crucificaban frente a los muros de la ciudad. Centenares de ellos eran así ejecutados cada día, y el horrendo proceder continuó hasta que a lo largo del valle de Josafat y en el Calvario se erigieron tantas cruces que apenas dejaban espacio para pasar entre ellas. Así fue castigada aquella temeraria imprecación que lanzara el pueblo en el tribunal de Pilato, al exclamar: “¡Recaiga su sangre sobre nosotros, y sobre nuestros hijos!” Mateo 27:25 (VM). {CS 31.1; GC.32.2}
De buen grado hubiera Tito hecho cesar tan terribles escenas y ahorrado a Jerusalén la plena medida de su condenación. Le horrorizaba ver los montones de cadáveres en los valles. Como obsesionado, miraba desde lo alto del Monte de los Olivos el magnífico templo y dio la orden de que no se tocara una sola de sus piedras. Antes de hacer la tentativa de apoderarse de esa fortaleza, dirigió un fervoroso llamamiento a los jefes judíos para que no le obligasen a profanar con sangre el lugar sagrado. Si querían salir a pelear en cualquier otro sitio, ningún romano violaría la santidad del templo. Josefo mismo, en elocuentísimo discurso, les rogó que se entregasen, para salvarse a sí mismos, a su ciudad y su lugar de culto. Pero respondieron a sus palabras con maldiciones, y arrojaron dardos a su último mediador humano mientras alegaba con ellos. Los judíos habían rechazado las súplicas del Hijo de Dios, y ahora cualquier otra instancia o amonestación no podía obtener otro resultado que inducirlos a resistir hasta el fin. Vanos fueron los esfuerzos de Tito para salvar el templo. Uno mayor que él había declarado que no quedaría piedra sobre piedra que no fuese derribada. {CS 31.2; GC.32.3}
La ciega obstinación de los jefes judíos y los odiosos crímenes perpetrados en el interior de la ciudad sitiada excitaron el horror y la indignación de los romanos, y finalmente Tito dispuso tomar el templo por asalto. Resolvió, sin embargo, que si era posible evitaría su destrucción. Pero sus órdenes no fueron obedecidas. A la noche, cuando se había retirado a su tienda para descansar, los judíos hicieron una salida desde el templo y atacaron a los soldados que estaban afuera. Durante la lucha, un soldado romano arrojó al pórtico por una abertura un leño encendido, e inmediatamente ardieron los aposentos enmaderados de cedro que rodeaban el edificio santo. Tito acudió apresuradamente, seguido por sus generales y legionarios, y ordenó a los soldados que apagasen las llamas. Sus palabras no fueron escuchadas. Furiosos, los soldados arrojaban teas encendidas en las cámaras contiguas al templo y con sus espadas degollaron a gran número de los que habían buscado refugio allí. La sangre corría como agua por las gradas del templo. Miles y miles de judíos perecieron. Por sobre el ruido de la batalla, se oían voces que gritaban: “¡Ichabod!”, la gloria se alejó. {CS 31.3; GC.33.1}
“Tito vio que era imposible contener el furor de los soldados enardecidos por la lucha; y con sus oficiales se puso a contemplar el interior del sagrado edificio. Su esplendor los dejó maravillados, y como él notase que el fuego no había llegado aún al lugar santo, hizo un postrer esfuerzo para salvarlo saliendo precipitadamente y exhortando con energía a los soldados para que se empeñasen en contener la propagación del incendio. El centurión Liberalis hizo cuanto pudo con su insignia de mando para conseguir la obediencia de los soldados, pero ni siquiera el respeto al emperador bastaba ya para apaciguar la furia de la soldadesca contra los judíos y su ansia insaciable de saqueo. Todo lo que los soldados veían en torno suyo estaba revestido de oro y resplandecía a la luz siniestra de las llamas, lo cual les inducía a suponer que habría en el santuario tesoros de incalculable valor. Un soldado romano, sin ser visto, arrojó una tea encendida entre los goznes de la puerta y en breves instantes todo el edificio era presa de las llamas. Los oficiales se vieron obligados a retroceder ante el fuego y el humo que los cegaba, y el noble edificio quedó entregado a su fatal destino. {CS 32.1; GC.33.2}
“Aquel espectáculo llenaba de espanto a los romanos; ¿qué sería para los judíos? Toda la cumbre del monte que dominaba la ciudad despedía fulgores como el cráter de un volcán en plena actividad. Los edificios iban cayendo a tierra uno tras otro, en medio de un estrépito tremendo y desaparecían en el abismo ardiente. Las techumbres de cedro eran como sábanas de fuego, los dorados capiteles de las columnas relucían como espigas de luz rojiza y los torreones inflamados despedían espesas columnas de humo y lenguas de fuego. Las colinas vecinas estaban iluminadas y dejaban ver grupos de gentes que se agolpaban por todas partes siguiendo con la vista, en medio de horrible inquietud, el avance de la obra destructora; los muros y las alturas de la ciudad estaban llenos de curiosos que ansiosos contemplaban la escena, algunos con rostros pálidos por hallarse presa de la más atroz desesperación, otros encendidos por la ira al ver su impotencia para vengarse. El tumulto de las legiones romanas que desbandadas corrían de acá para allá, y los agudos lamentos de los infelices judíos que morían entre las llamas, se mezclaban con el chisporroteo del incendio y con el estrépito de los derrumbes. En los montes repercutían los gritos de espanto y los ayes de la gente que se hallaba en las alturas; a lo largo de los muros se oían gritos y gemidos y aun los que morían de hambre hacían un supremo esfuerzo para lanzar un lamento de angustia y desesperación. {CS 32.2; GC.34.1}
“Dentro de los muros la carnicería era aún más horrorosa que el cuadro que se contemplaba desde afuera; hombres y mujeres, jóvenes y viejos, soldados y sacerdotes, los que peleaban y los que pedían misericordia, todos eran degollados en desordenada matanza. Superó el número de los asesinados al de los asesinos. Para seguir matando, los legionarios tenían que pisar sobre montones de cadáveres” (Milman, History of the Jews, libro 16). {CS 33.1; GC.35.1}
Destruido el templo, no tardó la ciudad entera en caer en poder de los romanos. Los caudillos judíos abandonaron las torres que consideraban inexpugnables y Tito las encontró vacías. Las contempló asombrado y declaró que Dios mismo las había entregado en sus manos, pues ninguna máquina de guerra, por poderosa que fuera, hubiera logrado hacerle dueño de tan formidables baluartes. La ciudad y el templo fueron arrasados hasta sus cimientos. El solar sobre el cual se irguiera el santuario fue arado “como campo”. Jeremías 26:18. En el sitio y en la mortandad que le siguió perecieron más de un millón de judíos; los que sobrevivieron fueron llevados cautivos, vendidos como esclavos, conducidos a Roma para enaltecer el triunfo del conquistador, arrojados a las fieras del circo o desterrados y esparcidos por toda la tierra. {CS 33.2; GC.35.2}
Los judíos habían forjado sus propias cadenas; habían colmado la copa de la venganza. En la destrucción absoluta de que fueron víctimas como nación y en todas las desgracias que les persiguieron en la dispersión, no hacían sino cosechar lo que habían sembrado con sus propias manos. Dice el profeta: “¡Es tu destrucción, oh Israel, el que estés contra mí; […] porque has caído por tu iniquidad!” Oseas 13:9; 14:1 (VM). Los padecimientos de los judíos son muchas veces representados como castigo que cayó sobre ellos por decreto del Altísimo. Así es como el gran engañador procura ocultar su propia obra. Por la tenacidad con que rechazaron el amor y la misericordia de Dios, los judíos le hicieron retirar su protección, y Satanás pudo regirlos como quiso. Las horrorosas crueldades perpetradas durante la destrucción de Jerusalén demuestran el poder con que se ensaña Satanás sobre aquellos que ceden a su influencia. {CS 33.3; GC.35.3}
No podemos saber cuánto debemos a Cristo por la paz y la protección de que disfrutamos. Es el poder restrictivo de Dios lo que impide que el hombre caiga completamente bajo el dominio de Satanás. Los desobedientes e ingratos deberían hallar un poderoso motivo de agradecimiento a Dios en el hecho de que su misericordia y clemencia hayan coartado el poder maléfico del diablo. Pero cuando el hombre traspasa los límites de la paciencia divina, ya no cuenta con aquella protección que le libraba del mal. Dios no asume nunca para con el pecador la actitud de un verdugo que ejecuta la sentencia contra la transgresión; sino que abandona a su propia suerte a los que rechazan su misericordia, para que recojan los frutos de lo que sembraron sus propias manos. Todo rayo de luz que se desprecia, toda admonición que se desoye y rechaza, toda pasión malsana que se abriga, toda transgresión de la ley de Dios, son semillas que darán infaliblemente su cosecha. Cuando se le resiste tenazmente, el Espíritu de Dios concluye por apartarse del pecador, y este queda sin fuerza para dominar las malas pasiones de su alma y sin protección alguna contra la malicia y perfidia de Satanás. La destrucción de Jerusalén es una advertencia terrible y solemne para todos aquellos que menosprecian los dones de la gracia divina y que resisten a las instancias de la misericordia divina. Nunca se dio un testimonio más decisivo de cuánto aborrece Dios el pecado y de cuán inevitable es el castigo que sobre sí atraen los culpables. {CS 34.1; GC.36.1}
La profecía del Salvador referente al juicio que iba a caer sobre Jerusalén va a tener otro cumplimiento, y la terrible desolación del primero no fue más que un pálido reflejo de lo que será el segundo. En lo que acaeció a la ciudad escogida, podemos ver anunciada la condenación de un mundo que rechazó la misericordia de Dios y pisoteó su ley. Lóbregos son los anales de la humana miseria que ha conocido la tierra a través de siglos de crímenes. Al contemplarlos, el corazón desfallece y la mente se abruma de estupor; horrendas han sido las consecuencias de haber rechazado la autoridad del cielo; pero una escena aun más sombría nos anuncian las revelaciones de lo porvenir. La historia de lo pasado, la interminable serie de alborotos, conflictos y contiendas, “toda la armadura del guerrero en el tumulto de batalla, y los vestidos revolcados en sangre” (Isaías 9:5, VM), ¿qué son y qué valen en comparación con los horrores de aquel día, cuando el Espíritu de Dios se aparte del todo de los impíos y los deje abandonados a sus fieras pasiones y a merced de la saña satánica? Entonces el mundo verá, como nunca los vio, los resultados del gobierno de Satanás. {CS 34.2; GC.36.2}
Pero en aquel día, así como sucedió en tiempo de la destrucción de Jerusalén, el pueblo de Dios será librado, porque serán salvos todos aquellos cuyo nombre esté “inscrito para la vida”. Isaías 4:3 (VM). Nuestro Señor Jesucristo anunció que vendrá la segunda vez para llevarse a los suyos: “Entonces se mostrará la señal del Hijo del hombre en el cielo; y entonces lamentarán todas las tribus de la tierra, y verán al Hijo del hombre que vendrá sobre las nubes del cielo, con grande poder y gloria. Y enviará sus ángeles con gran voz de trompeta, y juntarán sus escogidos de los cuatro vientos, de un cabo del cielo hasta el otro”. Mateo 24:30, 31. Entonces los que no obedezcan al evangelio serán muertos con el aliento de su boca y destruidos con el resplandor de su venida. 2 Tesalonicenses 2:8. Así como le sucedió antiguamente a Israel, los malvados se destruirán a sí mismos, y perecerán víctimas de su iniquidad. Debido a su vida pecaminosa los hombres se han apartado tanto del Señor y tanto ha degenerado su naturaleza con el mal, que la manifestación de la gloria del Señor es para ellos un fuego consumidor. {CS 35.1; GC.37.1}
Deben guardarse los hombres de no menospreciar el aviso de Cristo respecto a su segunda venida; porque como anunció a los discípulos la destrucción de Jerusalén y les dio una señal para cuando se acercara la ruina, así también previno al mundo del día de la destrucción final y nos dio señales de la proximidad de esta para que todos los que quieran puedan huir de la ira que vendrá. Dijo Jesús: “Y habrá señales en el sol, y en la luna, y en las estrellas; y sobre la tierra angustia de naciones”. Lucas 21:25 (VM); Mateo 24:29; Apocalipsis 6:12-17. “Cuando viereis todas estas cosas, sabed que está cercano, a las puertas”. Mateo 24:33. “Velad pues” (Marcos 13:35), es la amonestación del Señor. Los que le presten atención no serán dejados en tinieblas ni sorprendidos por aquel día. Pero los que no quieran velar serán sorprendidos, porque “el día del Señor vendrá así, como ladrón de noche”. 1 Tesalonicenses 5:1-5. {CS 35.2; GC.37.2}
El mundo no está hoy más dispuesto a creer el mensaje dado para este tiempo de lo que estaba en los días de los judíos para recibir el aviso del Salvador respecto a la ruina de Jerusalén. Venga cuando venga, el día de Dios caerá repentinamente sobre los impíos desprevenidos. El día menos pensado, en medio del curso rutinario de la vida, absortos los hombres en los placeres de la vida, en los negocios, en la caza al dinero, cuando los guías religiosos ensalcen el progreso y la ilustración del mundo, y los moradores de la tierra se dejen arrullar por una falsa seguridad, entonces, como ladrón que a media noche penetra en una morada sin custodia, así caerá la inesperada destrucción sobre los desprevenidos “y no escaparán”. Vers. 3. {CS 36.1; GC.38.1}
Testimonio: 09-12-2017
Amados, diciembre 9, 2017, a las 10:15 de la mañana, estaba pensando y meditando en el sueño que Dios me dio la noche anterior y viendo cómo surgen los eventos a nivel mundial y cómo, muchos, aún, no están listos y posicionados en sus lugares. {Daisy Escalante: 09-12-2017 , es.p1}
Ya, luego, con mi familia, terminamos una reflexión, nos pusimos de rodillas a orar, y en ese momento escuché la voz del Señor que me dijo: “Jeremías 4:12”. Entonces, nomás, me paré de las rodillas, fui rápido a coger la Palabra de Dios, y empecé a buscarlo. Entonces, cuando lo leí, dije: “Señor, ¿qué me das? ¿qué deseas que sepa?” Y, en ese momento, escuché una voz que me dijo: “lee el capítulo completo”. Entonces la voz siguió diciendo: “verás lo que pronto sucederá; pues el momento, día y hora, está a la puerta y, ¿quién podrá detener lo que ya está profetizado?” {Daisy Escalante: 09-12-2017 , es.p2}
Así que, cuando escuché esto, me vinieron muchas cosas a la mente. Pero, mientras estaba pensando, en una pausa, comencé a escuchar otra vez la voz, [que] me dijo: “se acerca la desolación y como a nubes sopladas, como el viento, que corren a su destino, así es el pueblo rebelde. La amonestación no les es suficiente, por tanto, así dice el Eterno, Yo traeré sobre ellos desolación, angustia, y mortandad, por cuanto quise salvarlos y no quisieron. Han saqueado mi misericordia y burlado mi justicia, les puse pensamiento de bien, más ellos buscaron el camino del mal”. {Daisy Escalante: 09-12-2017 , es.p3}
Cuando escuché esto, amados, yo sentía como que mi ser, todo, temblaba. Porque, ¡qué cosa grande es no ser visto por Cristo como, realmente, el pueblo escogido por Él!, sino que es una pena lo que está pasando en todo esto. {Daisy Escalante: 09-12-2017 , es.p4}
Seguía meditando en todo esto, porque la voz hacía pausas como para que meditara y pensara. También se me mostraron muchas cosas, más adelante les podré contar para no hacer este audio tan largo. Pero el Señor está llamando constantemente a sus hijos en todos los lugares, en todos los sitios, y muchos —gracias al Señor—, están haciendo caso. Pero, lamentablemente, otros no. Y lo que va a venir, amados, va a venir no importa si estamos preparados o no, porque el tiempo es cumplido. {Daisy Escalante: 09-12-2017 , es.p5}
Me siguió, la voz, diciendo: “les di instrucciones y las desecharon, por eso horror y espanto se apoderará sobre ellos. ¡Sabios en su opinión y faltos de entendimiento, pueblo rebelde que se vanagloria de su rebelde proceder! Está próximo el día de su degolladero, y como vacas al matadero irán. ¡Insensatos, faltos de entendimiento!” —seguía diciendo—, “que veneran el mundo y aman su gloria, más en un minuto lo que tienen será deshecho. Y, cuando mi misericordia fue con ellos, no se acordaron del necesitado y afligido. En un momento, todo les será quitado porque para si lo obtuvieron”. {Daisy Escalante: 09-12-2017 , es.p6}
En ese momento se me pasó una película, amados, de cómo muchos hermanos, porque sabía que eran hermanos adventistas del séptimo día, tuvieron muchas posesiones, mucho dinero, muchas cosas que pudieron hacer. Pero, sin embargo, vivieron para sí, y no para hacer que la gloria de Dios y el mensaje de Dios llegara a muchos lugares [a] ayudar a muchos necesitados. {Daisy Escalante: 09-12-2017 , es.p7}
Entonces yo miraba todo esto, y miraba cómo el Señor tomaba cuenta de todo esto, sus ángeles iban escribiendo todo esto. Así que, cuando dijo que en un momento todo les será quitado porque para si lo obtuvieron, vi una gran angustia. Porque aquellos que tenían muchas posesiones, y mucho dinero en el banco, muchas cosas, de repente se quedaron sin nada y estaban, como si fueran, dementes. No podían concebir que en lo que ellos habían puesto su apoyo, su fortaleza, ya no existiese. {Daisy Escalante: 09-12-2017 , es.p8}
Entonces cuando estaba viendo todo esto, toda esta amargura que estaban viviendo estas personas, de repente, la voz continuó otra vez diciendo: “¡soberbios!, que aprendiendo unos de otros se engrandecieron como cuando la cobra abre su cuello, más no se dieron cuenta que su proceder era mortal. No tendrán descanso, pues, aun acabando sus deleites, vendrá sobre ellos el mal por cuanto forjaron sus intereses, y se engrandecieron y nunca pensaron en su caída. Les di mis sábados y los violaron. Les di 1888 y lo rechazaron. Les di la reforma prosalud y se burlaron. Les di mi santuario e hicieron de ellos su propio santuario. Les di la solemnidad del matrimonio. Y les di mis sábados. Por cuanto todos han desechado mis ordenanzas, vendrá sobre ellos mortandad. Así Yo también, [como] ellos me han desechado, Yo los desecho, y traeré el mal que pensé”. {Daisy Escalante: 09-12-2017 , es.p9}
Cuando dijo esto, amados hermanos, se desató algo terrible. Era como si todos los vientos, a la misma vez alrededor del mundo, se hubieran desatado. ¡Fueron terribles esas escenas, de tanto sufrimiento, tanto dolor! Era una gritería global lo que había, por todas las cosas que estaban pasando. No podía concebir lo que estaba pasando en ese momento, fue un momento muy tenso para mí, porque [era] algo a nivel mundial. Antes yo había visto, en diferentes lugares, pero esta vez fue una cosa intensa, era una cosa como que no había forma de escapar de lo que estaba viendo yo allí. {Daisy Escalante: 09-12-2017 , es.p10}
Entonces, en ese momento, mientras terminé de ver eso, escuché otra vez la voz que decía: “¡pueblo rápido de lengua y tardo para oír! ¡rápido entre sus propios pies pero sin tener dirección! Muchos lloran por ti porque desean que te despiertes. Más tú, echada en cama de lino, subes a tus pensamientos gloria y riqueza. ¿No es de entendidos ver el mal y apartarse?” —decía. “Te crees bienhechora de todo, ¿qué, pues, será de ti en el día de la matanza? Despojo y llanto. Pensaste que tus días no pasarían, y que lo tuyo para siempre existiría. ¿Acaso no sabes de qué eres hecho? Viendo el camino lo rechazas, y entendiendo, lo dilatas.” {Daisy Escalante: 09-12-2017 , es.p11}
En ese momento, comenzó a pasar otra escena sobre mí. Yo estaba viendo, en ese momento, en diferentes partes del mundo, yo veía, el pueblo de Dios. Los que decían ser el pueblo de Dios, mejor dicho, porque eran adventistas del séptimo día. Entonces yo decía: “¡Señor, pero este es tu pueblo!” Más, de repente, mi acompañante apareció y me dijo: “mira bien, mira bien si realmente es el pueblo”. {Daisy Escalante: 09-12-2017 , es.p12}
Entonces cuando miré, vi que, en cada uno de ellos, sus rostros, había un color como gris. Entonces pregunté: “pero, ¿por qué?” Entonces me dijo: “ven y observa”. Y cuando me dijo ven y observa, vi cómo ellos, en secreto, tenían una doble vida. Y muchos de ellos eran dirigentes, pastores, ancianos. Entonces yo decía: “Señor, pero, ¿y qué es esto? ¿hasta cuándo tú vas a tolerar esto?” Entonces en ese momento, Él me dijo: “esto Yo no lo toleraré más, basta mi gracia”. {Daisy Escalante: 09-12-2017 , es.p13}
Entonces volvió a venir palabra, a repetir otra vez las palabras, otra vez a mí. Y decía: “¡perezosos, faltos de entendimiento! No hay misericordia para ellos para siempre. Recordad a Jerusalén que, aun entre ellos, muy pocos sobrevivieron, ¿será que ahora será diferente? ¿Por qué dices que Yo Soy tu Salvador cuando amas ser como la mujer de Lot? ¿Por qué dices obedecerme cuando vives como Lot vivía? ¿acaso no tuve que enviar ángeles a rescatarlos porque padecían de ceguera al igual que ellos? ¿Qué humano ha subido al cielo, o bajado, a dar testimonio de cómo llegar? Más Yo os digo”, decía, “Yo estuve, fui con vosotros, regresé a mi Padre, y aún envié al Espíritu Santo, un independiente a nosotros para convencerlos de verdad y juicio, y para mostrarles los caminos de cómo llegar”. {Daisy Escalante: 09-12-2017 , es.p14}
Entonces, cuando dijo eso, hizo una pausa y dijo: “¿qué, pues, decís? ¡¿qué pues decís?! Entonces, cuando dijo así, paró, y cuando paró, yo decía: “¡Señor, ayúdanos, ayúdanos! ¡porque esto es tremendo, lo que viene! Y, ¿cómo más podemos decirles a las personas? ¿qué más hay que hacer para decirles que se preparen, que se alisten, que se olviden de las cosas de este mundo? ¡Porque esto ya no tiene lugar, ya, lo que tenemos que tener al frente es que nuestro Señor viene ya y que tenemos que prepararnos!” Entonces volvió a repetir la pregunta: “¿y qué pues decís? No existe, no lo conozco” —contestó la misma pregunta. {Daisy Escalante: 09-12-2017 , es.p15}
Entonces siguió diciendo: “¡faltos de entendimiento, guiados por el padre de mentira, que crees [que sabes] cómo llegar al cielo y vuestros caminos van a la muerte eterna!” Entonces hizo otra pausa y dijo: “¡despertaos, despertaos!, así dije a Jerusalén, más no echaron a ver, no echaron a ver que al colgarme en la cruz para ellos terminó su gracia. Más la misericordia se extendió para los inocentes. ¡Apresuraos”, seguía diciendo, “entendidos! porque el día malo en apreturas se acerca y, ¿quién en desobediencia [se] podrá librar? Mi Palabra rodea la tierra, en vasijas de barro, pero muchos la desechan”, seguía diciendo. {Daisy Escalante: 09-12-2017 , es.p16}
“Como Jerusalén pensaste que Mi Palabra es depositada en orgullosos cleros, ¿acaso no llegué Yo en un pesebre?”, decía, “¿acaso no tuve que pedir prestado un pollino? ¿acaso no viví como pobre? De cierto, de cierto, os digo, que es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, que un rico entre al cielo”, seguía diciendo. {Daisy Escalante: 09-12-2017 , es.p17}
En ese momento, yo vi amados hermanos, cómo muchas, muchas, muchas, ¡muchas personas!, por amor a todas las posesiones que tenían en este mundo, por amor a su comodidad, por no quedar mal con sus familiares, por seguir la corriente unos con otros, se quedaban. Y seguían haciendo lo que estaban haciendo cuando, dentro de ellos, ellos sabían lo que debían hacer. Y habían recibido llamado directo de Dios porque el Espíritu Santo había trabajado en ellos, más por temor al qué dirán, por temor a sus familias, no hacían lo que el Señor decía. {Daisy Escalante: 09-12-2017 , es.p18}
Entonces, cuando ya terminé de ver todo esto, siguieron unas preguntas. Entonces comenzó a decir: “y, ¿por qué? ¿de dónde vino su riqueza? ¿quién se la concedió? ¡Sabios sin entendimiento!”, decía, “que corren a su destrucción pensando que son ganadores. ¿Acaso no os enseñé que la verdadera ganancia está en hacer tesoros en el cielo? ¿acaso no los puse como administradores? ¿es el que administra dueño? ¿o es otro?”, preguntaba, “pero Yo os digo que Yo soy el Dueño, y el que conmigo coge no desparrama. ¿Acaso no fui molido por ti? Pues, ¿que tú harás por mí?” {Daisy Escalante: 09-12-2017 , es.p19}
Cuando dijo esto mi ser se desmoronó, porque en mi corazón, yo lo que quiero hacer es la voluntad de Dios en todas las facetas de mi vida. Más sabemos que si no nos agarramos de Él, muchas veces, a veces, fallamos. Entonces yo decía: “Señor, ¡qué estatura más alta la que Tú estás pidiendo! Sin embargo, se nos habla de que podemos vivir en la más baja estatura y ser aceptados por ti. ¡Ayúdanos, Señor!” Entonces vi cómo, en diferentes lugares, en los púlpitos, estaban predicando cosas que eran irrelevantes, cosas que no eran para este tiempo, cosas que eran vanas. Y, entonces, en ese momento, yo me quedé pensando y dije: “Señor, ¿cómo podemos? ¿cómo podemos seguir llevando esto para que las personas puedan entender que se tienen que preparar, que tú estás a las puertas, que estos mensajes que tú has dejado son la verdad presente para este tiempo?” {Daisy Escalante: 09-12-2017 , es.p20}
Entonces, en ese momento, escuché otra vez la voz que me decía: “esta es, pues, Mi enseñanza, que el que tiene le dé al que no tiene, que el que recibe al hermano en fe no lo trate como forastero en su tierra. Tu hermano debe velar por tí, asimismo como tú por él. No reprendas con agravio sino con amor y justicia. Redime tiempo por el necesitado y has preparativos para su llegada. No digas: “esta tierra es mía”, porque toda la tierra y su plenitud, y sus habitantes que en ellos habitan, son míos por derecho y redención. Sed, pues, equitativos unos con otros, como vuestro Padre, que está en los cielos, hace llover sobre buenos y malos. Velad por la integridad familiar de cada cual, pues, como el pueblo de Israel en el desierto donde cada uno tenía su lugar y privacidad, así también haced. Recordad mis días festivos y venid a celebrar conmigo, todos en común, como un anticipo de la eternidad”. {Daisy Escalante: 09-12-2017 , es.p21}
Y mientras yo escuchaba, amados, estas instrucciones, podía ver, en un momento dado, vi cómo el Señor llevaba a su pueblo en el antaño, y como lo iba instruyendo con amor, con paciencia, en todas las cosas. Más, ¡bendito sea el Señor!, siempre está la rebeldía, y el Señor siempre, siempre, estaba ahí detrás de ellos llevándoles amonestación: por diferentes personas, a través de su Palabra, a través de todos los personajes que han existido en toda la historia. Encontramos algunos de ellos, también, plasmados en la Biblia, otros, se nos extiende más, a través del Espíritu de la Profecía, lo que hicieron para guiar al pueblo; pero, sin embargo, siempre existía la rebeldía. {Daisy Escalante: 09-12-2017 , es.p22}
Entonces, mientras yo estaba viendo todo esto, volvió otra vez a seguir [con] las instrucciones y dijo: “no os aprovechéis de vuestro hermano cuando lo veas caído, pues de cierto os digo, Yo estuve entre vosotros como el más pequeño siendo el más grande. Servid y seréis servidos. Dad y se os dará medida grande y rebosante. No viváis de balde, porque al que Dios llama, Él, así, concede don, ministerio, y operación. Aprended de Mí”, seguía diciendo, “que soy manso y humilde de corazón, y hallaréis descanso para vuestras almas. Y si tu hermano te ofendiere no te ensañes con él, trae tu congoja a Mí y Yo me encargaré”, seguía diciendo. “Subyugad mi tierra que yo les he dado por heredad y mi bendición estará sobre ella”. {Daisy Escalante: 09-12-2017 , es.p23}
En ese momento, amados, yo vi muchas personas, muchas personas estaban en los campos, sembrando. ¡Era tan linda aquella escena!, ¡tan maravillosa! Una escena de paz, de tranquilidad, de las montañas más remotas en diferentes partes del mundo. Personas que les aquejaba la enfermedad, pero batallaban, y seguían, hasta que Dios los restablecía. Otros, que estaban un poco más, se veían más rebosantes, más fuertes, y allí también estaban, pero todos estaban en un [fin] común preparándose para el tiempo final. {Daisy Escalante: 09-12-2017 , es.p24}
Entonces, mientras estaba viendo todo eso, continuó la voz diciéndome: “no te acongojes por el día malo porque, aún en él, la sabiduría está a la puerta. Sed humildes y no mostréis ostentación. ¿Qué, pues, necesitarás en la historia final de esta tierra?” Y, cuando me dijo así, amados hermanos, pude ver muchas chocitas en diferentes lugares, era muy mínimo lo que había en ellas, pero, ¡oh, qué maravilla poder entrar y tener todo lo necesario! Es grandioso lo que Dios quiere hacer con cada uno de nosotros, lo que tenemos que hacer es echarnos en sus brazos y cumplir su plan. {Daisy Escalante: 09-12-2017 , es.p25}
Mientras estaba viendo todo esto —y me extasiaba porque me encanta ver las personas que están sembrando en la montaña, es maravilloso saber que hay muchos que están cumpliendo la Palabra de Dios—, de repente volví a escuchar otra vez la voz, que continuó diciendo: “huid de la arrogancia y vivid en humildad siendo caritativos unos con otros. Haced un huerto y plantad viña”, decía, “y cuidarle y recoger la cosecha. Preparad vuestra alma para estar en armonía con Mis dichos, recoged la lluvia a su tiempo y regad la viña. Ocupaos con temor y temblor en la Palabra de Salvación”. Y, cuando dijo esta última frase, amados hermanos, fue tremendo, porque vi muchas personas. Siempre decía: “Señor, ¿dónde están tus hijos que realmente te están buscando de todo corazón?”, es mi preocupación y es mi oración en estos últimos años. {Daisy Escalante: 09-12-2017 , es.p26}
Entonces cuando empecé a ver cómo las personas se preocupaban por su salvación con temor y temblor, me puse gozosa porque vi muchas chozas, muchos lugares en diferentes partes donde las personas se arrodillaban, buscaban al Señor. Siempre sacaban ese espacio para estar ahí en comunión con [Él], todo el tiempo. Y, mientras hacían las cosas durante el día, también estaban ahí, ellos, orando, meditando, cantando, y, ¡era maravilloso ver cómo buscaban en todo momento estar en consagración con el Señor! Y, mientras estaba viendo esas escenas maravillosas, siguieron las instrucciones: “huid de la deuda. No os mezcléis con los infieles. El que ya tenga reciba al que no tiene, y vivan en acción de gracias hasta mi pronta venida. Si tu hermano prospera, y se esfuerza, recibirá mi bendición y no le condenes por eso, pues mío es el mundo y a cada quien reparto según mi derecho. Si hay descontento”, seguía diciendo, “pedid mi dirección. De cierto de cierto os digo que Yo se la daré, como se la di a Salomón. No temáis. Seguidme, pues para prueba de salvación es dada. No te escondas de tu hermano en la necesidad pues mi vida fue dada por ustedes en la gran apretura”. {Daisy Escalante: 09-12-2017 , es.p27}
Entonces, hizo una pausa y, en ese momento, yo pensé que iba a ver algo de lo que ya había mencionado, pero, sin embargo, vi otra escena de algo que todavía no me habían hablado. En esa escena comencé a ver muchas damas en diferentes partes en el mundo, damas que decían ser cristianas, damas que decían ser adventistas del séptimo día, pero su vestimenta, su forma de ser, su forma de hablar, todo era todo lo contrario a lo que decían con su boca que eran, que eran cristianas y adventistas del séptimo día. Entonces cuando vi esto, rápido comenzó la voz a hablar otra vez y me dijo: “mujeres, vestid como santas y pías, de paz, que llevan el evangelio en su corazón y caminan esparciendo las buenas nuevas de salvación, procurad salvaros por medio de ser castas en modestia y constante oración, evitando llevar en vuestros cuerpos el fuego de la perdición”. Esto fue tremendo para mí hermanos porque nunca había escuchado esto: “evitando llevar en sus cuerpos el fuego de la perdición”. ¡Es tremendo cómo el Señor nos ve! ¡porque el Señor nos ve transparentes! El Señor está viendo [a] cada ser humano en este mundo, no con el fin de juzgarnos sino con el fin de que sepamos, y demostremos al mundo, que realmente somos hijos de Dios, o [que] no somos hijos de Dios. Y, como a Él no se le puede engañar, pues, Él, entonces, puede hablar con toda justicia porque Él sabe lo que damos cada uno de nosotros. {Daisy Escalante: 09-12-2017 , es.p28}
Entonces siguió, la voz, diciendo: “hombres, obrad con respeto santo, y sabed que como sacerdotes del hogar debéis gobernar bien en vuestra casa, con ayuno y ruego, pidiendo reflejar el carácter celestial en vosotros. Gobernad vuestros hijos en santa disciplina y amonestación, sabiendo que son vuestros por un momento, pues míos son por redención. Cada familia debe vivir en santa y pía armonía respetando el derecho ajeno y sabiendo que esa corta vivencia es la antesala del tiempo de angustia de Jacob”. {Daisy Escalante: 09-12-2017 , es.p29}
En ese momento pude ver montañas bien bonitas, estaban sembradas, había cuatro o cinco cabañas por diferentes lugares de la sección de la montaña. Y todos ellos vivían en armonía, todos vivían en felicidad, todos respetando el espacio ajeno, todos respetando la privacidad familiar como Dios así mandaba. ¡Era tan lindo!, ¡tan diferente a lo que vemos hoy en día!, que cada quien quiere vivir en la casa del otro —y el Señor no nos llama a eso—. El Señor nos está llamando al campo para que nosotros tengamos un tiempo para encontrarnos con Él, que busquemos esa santidad sin la cual nunca veremos al Señor. Y eso yo estaba viendo en ese momento y me regocijaba por ver esa paz y esa tranquilidad. {Daisy Escalante: 09-12-2017 , es.p30}
Mientras estaba viendo eso, continuó la voz dando instrucciones: “buscadme en la soledad y viviréis, buscadme en la mañana, al mediodía, y en la tarde; sed, pues, como Daniel, para que cuando seáis echados en los leones, mi ángel os guarde de la muerte segura. Sed firmes como Daniel en la alimentación, pues mi Espíritu se posa sobre cuerpos que me alaban y me glorifican. Sed, pues, laboriosos como José, que salvó una nación entera por escuchar mi voz. Sed decididos como Ruth, que sin saber lo que su destino depararía, ella fue hacia adelante a tierras lejanas y, por amor a Dios y a su suegra, encontró salvación. Sed valientes como Esther, que frente a la muerte se levantó y luchó por los suyos. Sed, pues, como Jeremías que sus ojos como ríos lloraban llevando la palabra de verdad y de juicio. Sed, pues, como Elías que se acercó tanto a Mí que me lo tuve que llevar al cielo. Sed, pues, como Eliseo que, ante el antagonismo, sus opresores murieron. Sed, pues”, seguía diciendo, “como Juan el Bautista, que dio su vida en ofrenda a su cometido”. {Daisy Escalante: 09-12-2017 , es.p31}
“¿Dónde están los 144.000?”, hizo esta pregunta. Y, cuando hizo esta pregunta, inmediatamente yo dije: “Señor, ¿dónde? ¿dónde es que están? ¿dónde es que están?” “¿Acaso no lo sabré?”, fue lo que me contestó. {Daisy Escalante: 09-12-2017 , es.p32}
Así que el Señor sabe dónde están los 144.000, amados, para él no hay nada escondido. “Estas vasijas”, seguía diciendo, “ya están preparadas, ya están preparadas para el desenlace final y, aunque se portan como tales, son oro por dentro y por fuera. Aunque son de barro Yo sé que son oro por dentro”. ¡Fue maravilloso ver esto, amados! Porque me suspendieron en el aire y, cuando estaba suspendida en el aire, pude ver hacia abajo el mundo. Y, cuando pude ver el mundo hacia abajo, empecé a ver estas lucecitas alrededor del globo terráqueo. ¡Y era maravilloso ver cómo estas lucecitas, que me estaban mostrando, me estaban indicando que eran los ciento cuarenta y cuatro mil! ¡los ciento cuarenta y cuatro mil ya están escogidos! ¡Ya el Espíritu Santo está trabajando con ellos! y los está preparando para ese investimiento final. Para que [cuando] sea dada la orden celestial salgan a este mundo a dar el mensaje final, sin mezcla, ¡un mensaje ciento por ciento verdadero! {Daisy Escalante: 09-12-2017 , es.p33}
¡Así que me puse tan contenta y tan feliz! ¡estaba que brincaba! ¡Mi ser se regocijaba por todo lo que estaba viendo en ese momento! Entonces, mientras estaba viendo eso, de repente, la voz continuó y dijo: “ellos son menospreciados, y tomados por poco, pero para Mí son oro precioso. Pero vivo Yo, que ninguno se escapará de mi [ojo escrutador], y Yo sabré la verdad, y la verdad brillará a perpetua eternidad. No hay ninguno de ellos que no sea vigilado por mi ojo, pues son preciosos para Mí y mi reino. Más ¡ay!, más ¡ay del que desperdicie este tiempo tan valioso! Pues no es a ellos, sino es a Mí, a quien menosprecian”. Así que, en ese momento, yo vi cuando ellos fueron lanzados al mundo, fueron llevando el mensaje de salvación, pero, sin embargo, hubo varios, bastantes, que no escucharon. Pero el Señor ya había declarado que, aunque muchos los despreciaban, ellos eran valiosos para Él. Y, con todo y eso, aunque me sentía triste porque veía algunas personas que no aceptaban, o en algunos casos, en algunos rincones del mundo, muchos que no aceptaban. Sin embargo, me llenaba de alegría saber que, aunque ellos eran menospreciados, no estaban menospreciándolos a ellos sino al Señor, y que, ¡ellos eran preciosos para el Señor! {Daisy Escalante: 09-12-2017 , es.p34}
Entonces, mientras yo estaba viendo todo eso y me extasiaba en todo lo que me estaban indicando —de las instrucciones y cómo me lo mostraban—, de repente escuché la voz, esta vez fuerte y firme que decía: “¡preparaos, preparaos, preparaos!, y no volteéis atrás los que pongan la mano en el arado; pues el día viene y todo debe estar listo. El que procure salvar su vida egoístamente, la perderá, más el que desee entregarla a otros, la salvará. Estos son mis dichos y ordenanzas”, dijo la voz, “vivid en paz y buscadla donde sólo la podréis verdaderamente encontrar. Buscadme y viviréis, buscadme de todo vuestro corazón”, y terminó diciendo, amados hermanos: “haced esto y viviréis”. {Daisy Escalante: 09-12-2017 , es.p35}
Fielmente, delante de mi Dios, les he contado lo que el Señor me ha dado este día, para que todos podamos tener las instrucciones exactas de lo que Dios desea de cada uno de nosotros. Espero de todo, de todo, de todo corazón —y le oro al Señor constantemente—, que, realmente, esto sea una vivencia en nuestras vidas. Y que nos preparemos, amados hermanos, porque el fin está más cerca de lo que pensamos. Veamos lo que está pasando alrededor del mundo, veamos cómo el desenlace final nos llega. ¡Por favor! Lean el Conflicto de los Siglos, el capítulo 1, porque Dios dijo que la misma señal que le fue dada a Jerusalén, es la misma que, nos es dada a nosotros. Así que, busquemos al Señor de todo corazón, amados hermanos, y no vacilemos en hacer la voluntad de Dios. Si de algo tenemos que tener miedo, es de no cumplir la voluntad de Dios. Mientras cumplamos la voluntad de Dios, aunque no entendamos, entonces el Señor podrá obrar en nuestras vidas. Que el Señor me los bendiga a todos. {Daisy Escalante: 09-12-2017 , es.p36}
Jeremías 4:12
12 Viento más vehemente que éste vendrá a mí; y ahora yo pronunciaré juicios contra ellos.
Jeremías 4
1 Si te has de convertir, oh Israel, dice Jehová, conviértete a mí; y si quitares de delante de mí tus abominaciones, no andarás de acá para allá.
2 Y jurarás, diciendo: Vive Jehová, en verdad, en juicio y en justicia; y las naciones se bendecirán en Él, y en Él se gloriarán.
3 Porque así dice Jehová a todo varón de Judá y de Jerusalén: Haced barbecho para vosotros, y no sembréis entre espinos.
4 Circuncidaos para Jehová, y quitad los prepucios de vuestro corazón, varones de Judá y moradores de Jerusalén; no sea que mi ira salga como fuego, y se encienda y no haya quien [la] apague, por la maldad de vuestras obras.
5 Anunciad en Judá, y publicad en Jerusalén, y decid: Tocad trompeta en la tierra. Pregonad, juntaos, y decid: Reuníos, y entremos en las ciudades fortificadas.
6 Alzad bandera en Sión, juntaos, no os detengáis; porque yo hago venir mal del norte, y destrucción grande.
7 El león sube de su guarida, y el destructor de los gentiles viene en camino; ha salido de su lugar para tornar tu tierra en desolación; tus ciudades quedarán en ruinas, y sin morador.
8 Por esto vestíos de cilicio, endechad y aullad; porque la ira de Jehová no se ha apartado de nosotros.
9 Y será en aquel día, dice Jehová, que desfallecerá el corazón del rey, y el corazón de los príncipes, y los sacerdotes estarán atónitos, y se maravillarán los profetas.
10 Y dije: ¡Ay, ay, Jehová Dios! verdaderamente en gran manera has engañado a este pueblo y a Jerusalén, diciendo: Paz tendréis; pues la espada ha venido hasta el alma.
11 En aquel tiempo se dirá de este pueblo y de Jerusalén: Viento seco de las alturas del desierto vino a la hija de mi pueblo, no para aventar, ni para limpiar.
12 Viento más vehemente que éste vendrá a mí; y ahora yo pronunciaré juicios contra ellos.
13 He aquí que subirá como nube, y su carro como torbellino; sus caballos son más ligeros que las águilas. ¡Ay de nosotros, porque hemos sido saqueados!
14 Lava tu corazón de maldad, oh Jerusalén, para que seas salva. ¿Hasta cuándo permanecerán en medio de ti los pensamientos de iniquidad?
15 Porque una voz proclama desde Dan, y anuncia calamidad desde el monte de Efraín.
16 Decid a las naciones; he aquí, haced oír sobre Jerusalén: Guardas vienen de tierra lejana, y darán su voz sobre las ciudades de Judá.
17 Como guardas de campo, estuvieron contra ella en derredor, porque se rebeló contra mí, dice Jehová.
18 Tu camino y tus obras te hicieron esto, ésta [es] tu maldad; por lo cual amargura penetrará hasta tu corazón.
19 ¡Mis entrañas, mis entrañas! Me duelen las fibras de mi corazón; mi corazón se agita dentro de mí; no callaré; porque voz de trompeta has oído, oh alma mía, pregón de guerra.
20 Destrucción tras destrucción es anunciada; porque toda la tierra es devastada; de repente son destruidas mis tiendas, en un momento mis cortinas.
21 ¿Hasta cuándo he de ver bandera [y] he de oír sonido de trompeta?
22 Porque mi pueblo es necio; no me han conocido, [son] hijos ignorantes y sin entendimiento; [son] sabios para mal hacer, pero hacer el bien no lo saben.
23 Miré la tierra, y he aquí que [estaba] desordenada y vacía; y los cielos, y no había en ellos luz.
24 Miré los montes, y he aquí que temblaban, y todos los collados fueron destruidos.
25 Miré, y no [había] hombre alguno, y todas las aves del cielo se habían ido.
26 Miré, y he aquí la tierra fértil [era] un desierto, y todas sus ciudades estaban asoladas a la presencia de Jehová, delante del furor de su ira.
27 Porque así dice Jehová: Toda la tierra será asolada; mas no haré consumación.
28 Por esto se enlutará la tierra, y los cielos arriba se oscurecerán, porque hablé, [lo] determiné, y no me arrepentiré, ni me retraeré de ello.
29 Por el estruendo de la gente de a caballo y de los arqueros huirá toda la ciudad; entrarán en las espesuras de los bosques y subirán a los peñascos; todas las ciudades serán abandonadas, y no quedará en ellas morador alguno.
30 Y tú, desolada, ¿qué harás? Aunque te vistas de grana, aunque te adornes con atavíos de oro, aunque pintes con antimonio tus ojos, en vano te engalanas; te menospreciaron tus amantes, buscarán tu vida.
31 Porque oí una voz como de mujer que está de parto, angustia como de primeriza; voz de la hija de Sión que lamenta y extiende sus manos, [diciendo]: ¡Ay ahora de mí! que mi alma desmaya a causa de los asesinos.
Testimonio: 22-07-2018
Amados, el 22 de julio 2018, en sueños yo fui llevada a un campo donde veía muchas personas que sembraban en una ladera. Allí vi niños, jóvenes, adultos. Ellos hablaban entre ellos, tranquilos, se veían seguros, sin temor. Entonces, de repente, mi acompañante me dijo: observa”. Entonces, miré y vi cómo, [a] éstas personas, su ropa externa se [les] desaparecía y sus cuerpos quedaban expuestos. Entonces los vi correr a ponerse sacos y telas parecidas como las telas de greenhouse. Se las ponían como vestimenta porque ellos estaban asustados y nerviosos porque se veían así, que estaban como desnudos. {Daisy Escalante: 22-07-2018, es.p1}
Entonces pregunté: “¿qué pasó?” y el porqué de esto. Entonces, mi acompañante me respondió: “Dios los ve como son y es importante hacer lo uno, pero también, lo otro”. Entonces, vi cómo aquellos no estaban preparados para la gran prueba final, su preparación espiritual era nula. La faena los había adormecido y no siguieron las instrucciones benditas del Señor y perdieron, con la mano en el arado, la pista. Dejaron a un lado la oración, el culto familiar, y se afanaron sólo en lo terrenal. No había melodías en sus bocas, sólo había murmuración y quejas pues la abnegación y el sometimiento a la voluntad de Dios quedó tras ellos. Su mente se estacionó en las perplejidades y, ¡dejaron de ver las bendiciones! {Daisy Escalante: 22-07-2018, es.p2}
Entonces me dijo mi acompañante: “el que va muriendo, así, espiritualmente, perderá el camino; más el que luche y se humille, vencerá”. Y, en ese momento, fui suspendida en los cielos y veía la tierra y en [el] recorrido por esta vi: grandes desastres, llamaradas intensas de fuego y humo que salían de la tierra, el mar estaba desquiciado y la tierra temblaba, como cuando el viento pega las hojas de un árbol. Todo iba creando destrucción a su paso. En eso, mi acompañante me dijo otra vez: “mira”. Y miré y vi cómo estos desastres, en aumento, traían mucha desgracia a la raza humana. Más estos, como Sodoma y Gomorra, continuaron su curso, su curso de perdición. Una calamidad tras otra me fue mostrada, también, en el mundo. Mas, entonces, llegaba, con esto, la prueba suprema para el pueblo de Dios. {Daisy Escalante: 22-07-2018, es.p3}
Entonces me dijo mi acompañante: “no se dan cuenta de su situación pues están dormidos y han sido entregados a espíritus de tormento. Dejaron que su lámpara se apagase y no hicieron provisión de aceite”. Entonces, en ese momento, vi cómo sombras de oscuridad caían sobre estas personas de esta condición. Y eran atormentados con: depresiones, ansiedades, insomnios, ataques de pánico. Estaban con estrés. Todo esto destruía su ser y, con todo, no buscaron al Dios eterno ni se humillaron delante de Él. Una mente reprobada estaba en ellos y el mal reinaba en donde una vez hubo gran luz. Vi niños, adolescentes, también vi jóvenes, adultos, ancianos, en tal condición. Y su vida la vivían como si no estuvieran bajo el escrutinio santo de Dios. Esto no los despertó, las calamidades del mundo. No los despertó, tampoco, su condición que los aquejaba. Sólo siguieron sus gustos, sus placeres, excusando, en todo, sus actuares y pensares. Y pensaron que, bajo esta condición de raciocinio, esto, pasaría la prueba de Dios y que su propia justicia sería aprobada por Dios. La humillación ante Dios y el sometimiento a Dios son requisitos y no son una opción, son el manejo sempiterno de su reino y el que no los obedezca aquí no llegará allí. {Daisy Escalante: 22-07-2018, es.p4}
Entonces, vi muchos en sufrimiento y dolor en extremo, ¡un dolor que no puedo describir! La magnitud de tal catástrofe, que estaba viendo en el planeta, [hizo que] este planeta de colores pasara a ser oscuro, como gris. Pues había una hora de terror que corría por doquier y ninguno de estos veía la necesidad imperativa, en su vida, de buscar a Dios. Estaban lejos de la ley de Dios y sus requerimientos. Avanzaron por el camino de sus deseos. Estaban en los placeres y, ¡no reconocieron al Deseado de todas las gentes! Entonces me dijo mi acompañante: “ya nada parará. Todo seguirá en aumento, su curso está continuo, y a esto [seguirá] la aparición del hombre de pecado. Se ensalzará y, por su boca y por su mano, muchos en la tierra le seguirán; pero el pueblo que conoce a su Dios se esforzará y actuará y en nada tendrá que ver con él. Pronto aparecerá el príncipe del mal” —me dijo—, “con milagros y prodigios. Y muchos, que ahora están atormentados, le seguirán porque no reconocieron el día de su visitación”. {Daisy Escalante: 22-07-2018, es.p5}
“No hay justo sino Uno”, me decía, “Dios. Más Él imparte justicia a todos: [a] aquel que con corazón contrito y humillado se humilla delante de Dios”. Me miró y me dijo: “exhorta en fe, valor y perseverancia. No vaciles porque el pueblo que reconoce a su Dios se esforzará y actuará; más el que vacile, perecerá. ¿Caminarán dos si no estuvieran de acuerdo?” —me dijo—, “¿volverá el perro a su vómito? Si, con todo, esto hicieren”, me dijo, “vive el gran Yo Soy que su Palabra no cambiará. Él no muda su pensar y proceder. ¡Ay del que [a] lo bueno lo llama malo y a lo malo lo llama bueno! Porque viento tempestuoso vendrá sobre él y no escapará. Mi pueblo no retrocede, avanza y pasa en medio de la tempestad a suelo seguro; más el impío, perecerá”. {Daisy Escalante: 22-07-2018, es.p6}
“Sé fiel, exhorta”, me dijo, “en fidelidad, justicia y juicio. Muchos vendrán y muchos reconocerán la voz de Aquel que les habla. Todo entendido entenderá.” {Daisy Escalante: 22-07-2018, es.p7}
Amados, ahí desperté pidiéndole al Señor de todo corazón que me siga dando la fortaleza para poder seguir hacia adelante, ¡porque las cosas que se nos vienen encima, amados hermanos! Realmente, si no estamos pegados del Señor, ¡no vamos a poder sobrepasar esa última prueba final! Quiera Dios que cada uno de los entendidos pueda entender y que, así, podamos luchar por agarrarnos de Cristo Jesús hasta el final, porque Él es el único, ¡el único!, que nos puede dar la victoria. Que el Señor me los bendiga. {Daisy Escalante: 22-07-2018, es.p8}