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Manjar Sabático

13-06-2020

1 Corintios 10

1 Mas no quiero, hermanos, que ignoréis que nuestros padres todos estuvieron bajo la nube, y todos pasaron a través del mar;
2 y todos en Moisés fueron bautizados en la nube y en el mar;
3 y todos comieron el mismo alimento espiritual;
4 y todos bebieron la misma bebida espiritual; porque bebían de la Roca espiritual que los seguía, y la Roca era Cristo.
5 Pero Dios no se agradó de muchos de ellos; por lo cual quedaron postrados en el desierto.
6 Pero estas cosas fueron ejemplo para nosotros, a fin de que no codiciemos cosas malas, como ellos codiciaron.
7 Ni seáis idólatras, como algunos de ellos, según está escrito: Se sentó el pueblo a comer y a beber, y se levantaron a jugar.
8 Ni forniquemos, como algunos de ellos fornicaron, y cayeron en un día veintitrés mil.
9 Ni tentemos a Cristo, como también algunos de ellos [le] tentaron, y perecieron por las serpientes.
10 Ni murmuréis, como algunos de ellos murmuraron, y fueron destruidos por el destructor.
11 Y todas estas cosas les acontecieron como ejemplo; y están escritas para amonestarnos a nosotros, sobre quienes los fines de los siglos han venido.
12 Así que, el que piensa estar firme, mire que no caiga.
13 No os ha tomado tentación, sino humana; mas fiel [es] Dios, que no os dejará ser tentados más de lo que podéis [soportar]; sino que con la tentación dará también la salida, para que podáis resistir.
14 Por tanto, amados míos, huid de la idolatría.
15 Como a sabios hablo; juzgad vosotros lo que digo.
16 La copa de bendición que bendecimos, ¿no es la comunión de la sangre de Cristo? El pan que partimos, ¿no es la comunión del cuerpo de Cristo?
17 Porque nosotros, [siendo] muchos somos un solo pan, [y] un solo cuerpo; pues todos participamos de aquel mismo pan.
18 Mirad a Israel según la carne; los que comen de los sacrificios, ¿no son partícipes del altar?
19 ¿Qué digo, pues? ¿Que el ídolo es algo, o que sea algo lo que es sacrificado a los ídolos?
20 Antes [digo] que lo que los gentiles sacrifican, a los demonios lo sacrifican, y no a Dios; y no quiero que vosotros os hagáis partícipes con los demonios.
21 No podéis beber la copa del Señor, y la copa de los demonios; no podéis participar de la mesa del Señor, y de la mesa de los demonios.
22 ¿Provocaremos a celos al Señor? ¿Somos más fuertes que Él?
23 Todo me es lícito, pero no todo conviene; todo me es lícito, pero no todo edifica.
24 Ninguno busque su propio bien, sino el del otro.
25 De todo lo que se vende en la carnicería, comed, sin preguntar nada por causa de la conciencia;
26 porque del Señor [es] la tierra y su plenitud.
27 Si algún no creyente os convida, y queréis ir, de todo lo que se os ponga delante comed, sin preguntar nada por causa de la conciencia.
28 Pero si alguien os dice: Esto fue sacrificado a los ídolos; no lo comáis, por causa de aquel que lo declaró, y por causa de la conciencia; porque del Señor [es] la tierra y su plenitud.
29 La conciencia, digo, no la tuya, sino la del otro. Pues ¿por qué se ha de juzgar mi libertad por la conciencia de otro?
30 Y si yo con agradecimiento participo, ¿por qué he de ser difamado por lo que doy gracias?
31 Si pues coméis, o bebéis, o hacéis otra cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios.
32 No seáis ofensa, ni a judíos, ni a gentiles, ni a la iglesia de Dios;
33 Como también yo en todas las cosas agrado a todos, no procurando mi propio beneficio, sino el de muchos, para que sean salvos.

1 Corintios 11

1 Sed seguidores de mí, así como yo de Cristo.
2 Y os alabo, hermanos, porque en todo os acordáis de mí, y retenéis las ordenanzas tal como os [las] entregué.
3 Mas quiero que sepáis que Cristo es la cabeza de todo varón; y el varón [es] la cabeza de la mujer; y Dios la cabeza de Cristo.
4 Todo varón que ora o profetiza cubierta la cabeza, deshonra su cabeza.
5 Mas toda mujer que ora o profetiza no cubierta su cabeza, deshonra su cabeza; porque lo mismo es que si se rapase.
6 Porque si la mujer no se cubre, que se corte también el cabello; y si le es vergonzoso a la mujer trasquilarse o raparse, cúbrase.
7 Pero el varón no debe cubrir [su] cabeza, ya que él es la imagen y gloria de Dios; pero la mujer es la gloria del varón.
8 Porque el varón no procede de la mujer, sino la mujer del varón.
9 Porque tampoco el varón fue creado por causa de la mujer, sino la mujer por causa del varón.
10 Por lo cual, la mujer debe tener [señal] de autoridad sobre su cabeza, por causa de los ángeles.
11 Mas en el Señor, ni el varón es sin la mujer, ni la mujer sin el varón.
12 Porque así como la mujer [procede] del varón, también el varón [nace] por causa de la mujer; pero todo procede de Dios.
13 Juzgad vosotros mismos: ¿Es propio que la mujer ore a Dios sin cubrirse?
14 La naturaleza misma ¿no os enseña que es deshonroso al varón traer el cabello largo?
15 Pero si una mujer tiene cabello largo, le es honroso; porque en lugar de velo le es dado el cabello.
16 Con todo, si alguno quiere ser contencioso, nosotros no tenemos tal costumbre, ni las iglesias de Dios.
17 Pero en esto que os declaro, no [os] alabo; porque os reunís no para lo mejor, sino para lo peor.
18 Pues en primer lugar, cuando os reunís en la iglesia, oigo que hay entre vosotros divisiones; y en parte lo creo.
19 Porque es necesario que también entre vosotros haya herejías, para que los que son aprobados se manifiesten entre vosotros.
20 Así que cuando vosotros os reunís en un lugar, [esto] no es comer la cena del Señor.
21 Pues al comer, cada uno se adelanta a tomar su propia cena; y uno tiene hambre, y otro está embriagado.
22 ¿Acaso no tenéis casas en que comáis y bebáis? ¿O menospreciáis la iglesia de Dios y avergonzáis a los que no tienen? ¿Qué os diré? ¿Os alabaré en esto? No [os] alabo.
23 Porque yo recibí del Señor lo que también os he enseñado: Que el Señor Jesús, la noche que fue entregado, tomó pan;
24 y habiendo dado gracias, lo partió, y dijo: Tomad, comed; esto es mi cuerpo que por vosotros es partido; haced esto en memoria de mí.
25 Asimismo [tomó] también la copa, después de haber cenado, diciendo: Esta copa es el nuevo testamento en mi sangre; haced esto todas las veces que [la] bebiereis, en memoria de mí.
26 Porque todas las veces que comiereis este pan, y bebiereis esta copa, la muerte del Señor anunciáis hasta que Él venga.
27 De manera que cualquiera que comiere este pan, o bebiere la copa del Señor indignamente, será culpado del cuerpo y de la sangre del Señor.
28 Por tanto, examínese cada uno a sí mismo, y coma así del pan, y beba de la copa.
29 Porque el que come y bebe indignamente, come y bebe juicio para sí, no discerniendo el cuerpo del Señor.
30 Por lo cual [hay] muchos debilitados y enfermos entre vosotros; y muchos duermen.
31 Que si nos juzgásemos a nosotros mismos, no seríamos juzgados.
32 Mas siendo juzgados, somos castigados por el Señor, para que no seamos condenados con el mundo.
33 Así que, hermanos míos, cuando os reunís a comer, esperaos unos a otros.
34 Y si alguno tuviere hambre, coma en su casa; para que no os reunáis para condenación. Y las demás cosas las pondré en orden cuando yo fuere.

Profetas y Reyes, Cap. 12 "De Jezreel a Horeb"

Este capítulo está basado en 1 Reyes 18:41-46; 19:1-8.

Una vez muertos los profetas de Baal, quedaba preparado el camino para realizar una poderosa reforma espiritual entre las diez tribus del reino septentrional. Elías había presentado al pueblo su apostasía; lo había invitado a humillar su corazón y a volverse al Señor. Los juicios del Cielo habían sido ejecutados; el pueblo había confesado sus pecados y había reconocido al Dios de sus padres como el Dios viviente; y ahora iba a retirarse la maldición del Cielo y se renovarían las bendiciones temporales de la vida. La tierra iba a ser refrigerada por la lluvia. Elías dijo a Acab: “Sube, come y bebe; porque una grande lluvia suena.” Luego el profeta se fué a la cumbre del monte para orar. {PR 114.1}

El que Elías pudiese invitar confiadamente a Acab a que se preparase para la lluvia no se debía a que hubiese evidencias externas de que estaba por llover. El profeta no veía nubes en los cielos; ni oía truenos. Expresó simplemente las palabras que el Espíritu del Señor le movía a decir en respuesta a su propia fe poderosa. Durante todo el día, había cumplido sin vacilar la voluntad de Dios, y había revelado su confianza implícita en las profecías de la palabra de Dios; y ahora, habiendo hecho todo lo que estaba a su alcance, sabía que el Cielo otorgaría libremente las bendiciones predichas. El mismo Dios que había mandado la sequía había prometido abundancia de lluvia como recompensa del proceder correcto; y ahora Elías aguardaba que se derramase la lluvia prometida. En actitud humilde, “su rostro entre las rodillas,” suplicó a Dios en favor del penitente Israel. {PR 114.2}

Vez tras vez, Elías mandó a su siervo a un lugar que dominaba el Mediterráneo, para saber si había alguna señal visible de que Dios había oído su oración. Cada vez volvió el siervo con la contestación: “No hay nada.” El profeta no se impacientó ni perdió la fe, sino que continuó intercediendo con fervor. Seis veces el siervo volvió diciendo que no había señal de lluvia en los cielos que parecían de bronce. Sin desanimarse, Elías le envió nuevamente; y esta vez el siervo regresó con la noticia: “Yo veo una pequeña nube como la palma de la mano de un hombre, que sube de la mar.” {PR 115.1}

Esto bastaba. Elías no aguardó que los cielos se ennegreciesen. En esa pequeña nube, vió por fe una lluvia abundante y de acuerdo a esa fe obró: mandó a su siervo que fuese prestamente a Acab con el mensaje: “Unce y desciende, porque la lluvia no te ataje.” {PR 115.2}

Por el hecho de que Elías era hombre de mucha fe, Dios pudo usarle en esta grave crisis de la historia de Israel. Mientras oraba, su fe se aferraba a las promesas del Cielo; y perseveró en su oración hasta que sus peticiones fueron contestadas. No aguardó hasta tener la plena evidencia de que Dios le había oído, sino que estaba dispuesto a aventurarlo todo al notar la menor señal del favor divino. Y sin embargo, lo que él pudo hacer bajo la dirección de Dios, todos pueden hacerlo en su esfera de actividad mientras sirven a Dios; porque acerca de ese profeta de las montañas de Galaad está escrito: “Elías era hombre sujeto a semejantes pasiones que nosotros, y rogó con oración que no lloviese, y no llovió sobre la tierra en tres años y seis meses.” Santiago 5:17. {PR 115.3}

Una fe tal es lo que se necesita en el mundo hoy, una fe que se aferre a las promesas de la palabra de Dios, y se niegue a renunciar a ellas antes que el Cielo oiga. Una fe tal nos relaciona estrechamente con el Cielo, y nos imparte fuerza para luchar con las potestades de las tinieblas. Por la fe los hijos de Dios “ganaron reinos, obraron justicia, alcanzaron promesas, taparon las bocas de leones, apagaron fuegos impetuosos, evitaron filo de cuchillo, convalecieron de enfermedades, fueron hechos fuertes en batallas, trastornaron campos de extraños.” Hebreos 11:33, 34. Y por la fe hemos de llegar hoy a las alturas del propósito que Dios tiene para nosotros. “Si puedes creer, al que cree todo es posible.” Marcos 9:23. {PR 115.4}

La fe es un elemento esencial de la oración que prevalece. “Porque es menester que el que a Dios se allega, crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan.” “Si demandáremos alguna cosa conforme a su voluntad, él nos oye. Y si sabemos que él nos oye en cualquier cosa que demandáremos, sabemos que tenemos las peticiones que le hubiéremos demandado.” Hebreos 11:6; 1 Juan 5:14, 15. Con la fe perseverante de Jacob, con la persistencia inflexible de Elías, podemos presentar nuestras peticiones al Padre, solicitando todo lo que ha prometido. El honor de su trono está empeñado en el cumplimiento de su palabra. {PR 116.1}

Las sombras de la noche se estaban asentando en derredor del monte Carmelo cuando Acab se preparó para el descenso. “Y aconteció, estando en esto, que los cielos se oscurecieron con nubes y viento; y hubo una gran lluvia. Y subiendo Achab, vino a Jezreel.” Mientras viajaba hacia la ciudad real a través de las tinieblas y de la lluvia enceguecedora, Acab no podía ver el camino delante de sí. Elías, quien, como profeta de Dios, había humillado ese día a Acab delante de sus súbditos y dado muerte a sus sacerdotes idólatras, le reconocía sin embargo como rey de Israel; y ahora, como acto de homenaje, y fortalecido por el poder de Dios, corrió delante del carro real para guiar al rey hasta la entrada de la ciudad. {PR 116.2}

En este acto misericordioso del mensajero de Dios hacia un rey impío, hay una lección para todos los que aseveran ser siervos de Dios, pero que se estiman muy encumbrados. Hay quienes se tienen por demasiado grandes para ejecutar deberes que consideran sin importancia. Vacilan en cumplir aun los servicios necesarios, temiendo que se los sorprenda haciendo trabajo de sirvientes. Los tales tienen que aprender del ejemplo de Elías. Por su palabra, la tierra había sido privada de los tesoros del cielo durante tres años; había sido señaladamente honrado por Dios cuando, en respuesta a su oración en el Carmelo, el fuego había fulgurado del cielo y consumido el sacrificio; su mano había ejecutado el juicio de Dios al matar a los profetas idólatras; y su deseo había sido atendido cuando había pedido lluvia. Sin embargo, después de los excelsos triunfos con que Dios se había complacido en honrar su ministerio público, estaba dispuesto a cumplir el servicio de un criado. {PR 116.3}

Al llegar a la puerta de Jezreel, Elías y Acab se separaron. El profeta, prefiriendo permanecer fuera de la muralla, se envolvió en su manto y se acostó a dormir en el suelo. El rey, pasando adelante, llegó pronto al abrigo de su palacio, y allí relató a su esposa los maravillosos sucesos acontecidos ese día, así como la admirable revelación del poder divino que había probado a Israel que Jehová era el Dios verdadero, y Elías su mensajero escogido. Cuando Acab contó a la reina cómo habían muerto los profetas idólatras, Jezabel, endurecida e impenitente, se enfureció. Se negó a reconocer en los acontecimientos del Carmelo la predominante providencia de Dios y, empeñada en su desafío, declaró audazmente que Elías debía morir. {PR 117.1}

Esa noche un mensajero despertó al cansado profeta, y le transmitió las palabras de Jezabel: “Así me hagan los dioses, y así me añadan, si mañana a estas horas yo no haya puesto tu persona como la de uno de ellos.” {PR 117.2}

Parecería que, después de haber manifestado valor tan indómito y de haber triunfado tan completamente sobre el rey, los sacerdotes y el pueblo, Elías ya no podría ceder al desaliento ni verse acobardado por la timidez. Pero el que había sido bendecido con tantas evidencias del cuidado amante de Dios, no estaba exento de las debilidades humanas, y en esa hora sombría le abandonaron su fe y su valor. Se despertó aturdido. Caía lluvia del cielo, y por todos lados había tinieblas. Olvidándose de que tres años antes, Dios había dirigido sus pasos hacia un lugar de refugio donde no le alcanzaron ni el odio de Jezabel ni la búsqueda de Acab, el profeta huyó para salvarse la vida. Llegando a Beer-seba, “dejó allí su criado. Y él se fué por el desierto un día de camino.” {PR 117.3}

Elías no debiera haber huído del puesto que le indicaba el deber. Debiera haber hecho frente a la amenaza de Jezabel suplicando la protección de Aquel que le había ordenado vindicar el honor de Jehová. Debiera haber dicho al mensajero que el Dios en quien confiaba le protegería del odio de la reina. Sólo habían transcurrido algunas horas desde que había presenciado una maravillosa manifestación del poder divino, y esto debiera haberle dado la seguridad de que no sería abandonado. Si hubiese permanecido donde estaba, si hubiese hecho de Dios su refugio y fortaleza y quedado firme por la verdad, habría sido protegido de todo daño. El Señor le habría dado otra señalada victoria enviando sus castigos contra Jezabel; y la impresión que esto hubiera hecho en el rey y el pueblo habría realizado una gran reforma. {PR 118.1}

Elías había esperado mucho del milagro cumplido en el Carmelo. Había esperado que, después de esa manifestación del poder de Dios, Jezabel ya no influiría en el espíritu de Acab y que se produciría prestamente una reforma en todo Israel. Durante todo el día pasado en las alturas del Carmelo había trabajado sin alimentarse. Sin embargo, cuando guió el carro de Acab hasta la puerta de Jezreel, su valor era grande, a pesar del esfuerzo físico que había representado su labor. {PR 118.2}

Pero una reacción como la que con frecuencia sigue a los momentos de mucha fe y de glorioso éxito oprimía a Elías. Temía que la reforma iniciada en el Carmelo no durase; y la depresión se apoderó de él. Había sido exaltado a la cumbre de Pisga; ahora se hallaba en el valle. Mientras estaba bajo la inspiración del Todopoderoso, había soportado la prueba más severa de su fe; pero en el momento de desaliento, mientras repercutía en sus oídos la amenaza de Jezabel y Satanás prevalecía aparentemente en las maquinaciones de esa mujer impía, perdió su confianza en Dios. Había sido exaltado en forma desmedida, y la reacción fué tremenda. Olvidándose de Dios, Elías huyó hasta hallarse solo en un desierto deprimente. Completamente agotado, se sentó a descansar bajo un enebro. Sentado allí, rogó que se le dejase morir. Dijo: “Baste ya, oh Jehová, quita mi alma; que no soy yo mejor que mis padres.” Fugitivo, alejado de las moradas de los hombres, con el ánimo abrumado por una amarga desilusión, deseaba no volver a ver rostro humano alguno. Por fin, completamente agotado, se durmió. {PR 118.3}

A todos nos tocan a veces momentos de intensa desilusión y profundo desaliento, días en que nos embarga la tristeza y es difícil creer que Dios sigue siendo el bondadoso benefactor de sus hijos terrenales; días en que las dificultades acosan al alma, en que la muerte parece preferible a la vida. Entonces es cuando muchos pierden su confianza en Dios y caen en la esclavitud de la duda y la servidumbre de la incredulidad. Si en tales momentos pudiésemos discernir con percepción espiritual el significado de las providencias de Dios, veríamos ángeles que procuran salvarnos de nosotros mismos y luchan para asentar nuestros pies en un fundamento más firme que las colinas eternas; y nuestro ser se compenetraría de una nueva fe y una nueva vida. {PR 119.1}

En el día de su aflicción y tinieblas, el fiel Job declaró: {PR 119.2}

“Perezca el día en que yo nací.”

“¡Oh si pesasen al justo mi queja y mi tormento,

Y se alzasen igualmente en balanza!”

“¡Quién me diera que viniese mi petición,

Y que Dios me otorgase lo que espero;

Y que pluguiera a Dios quebrantarme,

Que soltara su mano, y me deshiciera!

Y sería aún mi consuelo.” {PR 119.3}

“Por tanto yo no reprimiré mi boca;

Hablaré en la angustia de mi espíritu,

Y quejaréme con la amargura de mi alma.” {PR 119.4}

“Mi alma … quiso la muerte más que mis huesos. Aburríme: no he de vivir yo para siempre;

Déjame, pues que mis días son vanidad.”

Job 3:3; 6:2, 8-10; 7:11, 15, 16. {PR 119.5}

Pero aunque Job estaba cansado de la vida, no se le dejó morir. Le fueron recordadas las posibilidades futuras, y se le dirigió un mensaje de esperanza: {PR 120.1}

“Serás fuerte y no temerás:

Y olvidarás tu trabajo,

O te acordarás de él como de aguas que pasaron:

Y en mitad de la siesta se levantará bonanza;

Resplandecerás, y serás como la mañana:

Y confiarás, que habrá esperanza…

Y te acostarás, y no habrá quien te espante:

Y muchos te rogarán.

Mas los ojos de los malos se consumirán,

Y no tendrán refugio;

Y su esperanza será agonía del alma.” Job 11:15-20. {PR 120.2}

Desde las profundidades del desaliento, Job se elevó a las alturas de la confianza implícita en la misericordia y el poder salvador de Dios. Declaró triunfantemente: {PR 120.3}

“He aquí, aunque me matare, en él esperaré; …

Y él mismo me será salud.” {PR 120.4}

“Yo sé que mi Redentor vive,

Y al fin se levantará sobre el polvo:

Y después de deshecha esta mi piel,

Aun he de ver en mi carne a Dios;

Al cual yo tengo de ver por mí,

Y mis ojos lo verán, y no otro.” Job 13:15, 16; 19:25-27. {PR 120.5}

“Respondió Jehová a Job desde un torbellino” (Job 38:1), y reveló a su siervo la grandeza de su poder. Cuando Job alcanzó a vislumbrar a su Creador, se aborreció a sí mismo y se arrepintió en el polvo y la ceniza. Entonces el Señor pudo bendecirle abundantemente y hacer de modo que los últimos años de su vida fuesen los mejores. {PR 120.6}

La esperanza y el valor son esenciales para dar a Dios un servicio perfecto. Son el fruto de la fe. El abatimiento es pecaminoso e irracional. Dios puede y quiere dar “más abundantemente” (Hebreos 6:17) a sus siervos la fuerza que necesitan para las pruebas. Los planes de los enemigos de su obra pueden parecer bien trazados y firmemente asentados; pero Dios puede anular los más enérgicos de ellos. Y lo hace cómo y cuándo quiere; a saber cuando ve que la fe de sus siervos ha sido suficientemente probada. {PR 120.7}

Para los desalentados hay un remedio seguro en la fe, la oración y el trabajo. La fe y la actividad impartirán una seguridad y una satisfacción que aumentarán de día en día. ¿Estáis tentados a ceder a presentimientos ansiosos o al abatimiento absoluto? En los días más sombríos, cuando en apariencia hay más peligro, no temáis. Tened fe en Dios. El conoce vuestra necesidad. Tiene toda potestad. Su compasión y amor infinitos son incansables. No temáis que deje de cumplir su promesa. El es la verdad eterna. Nunca cambiará el pacto que hizo con los que le aman. Y otorgará a sus fieles siervos la medida de eficiencia que su necesidad exige. El apóstol Pablo atestiguó: “Me ha dicho: Bástate mi gracia; porque mi potencia en la flaqueza se perfecciona… Por lo cual me gozo en las flaquezas, en afrentas, en necesidades, en persecuciones, en angustias por Cristo; porque cuando soy flaco, entonces soy poderoso.” 2 Corintios 12:9, 10. {PR 121.1}

¿Desamparó Dios a Elías en su hora de prueba? ¡Oh, no! Amaba a su siervo, tanto cuando Elías se sentía abandonado de Dios y de los hombres como cuando, en respuesta a su oración, el fuego descendió del cielo e iluminó la cumbre de la montaña. Mientras Elías dormía, le despertaron un toque suave y una voz agradable. Se sobresaltó y, temiendo que el enemigo le hubiese descubierto, se dispuso a huir. Pero el rostro compasivo que se inclinaba sobre él no era el de un enemigo, sino de un amigo. Dios había mandado a un ángel del cielo para que alimentase a su siervo. “Levántate, come,” dijo el ángel. “Entonces él miró, y he aquí a su cabecera una torta cocida sobre las ascuas, y un vaso de agua.” {PR 121.2}

Después que Elías hubo comido el refrigerio preparado para él, se volvió a dormir. Por segunda vez, vino el ángel. Tocando al hombre agotado, dijo con compasiva ternura: “Levántate, come: porque gran camino te resta.” “Levantóse pues, y comió y bebió;” y con la fuerza que le dió ese alimento pudo viajar “cuarenta días y cuarenta noches, hasta el monte de Dios, Horeb,” donde halló refugio en una cueva. {PR 121.3}

Testimonio: 12-03-2019

Amados, 12 de marzo 2019. Se me dejó saber acerca de siete diferentes formas de caída:

– La fuerza, pero se me dejó saber que esta no podrá controlar ni dominar una conciencia y decisión firme por Cristo Jesús.

– La segunda de ellas, el sentimentalismo, este será grandemente probado en todo su enérgico poder, más una entera confianza sin reservas en Cristo Jesús es lo que nos garantizará la victoria. {Daisy Escalante: 12-03-2019 , es.p1}

– La tercera de ellas, la complacencia, ésta en pro del bien común será una amplia puerta para destrucción, más no la debemos consentir, sino que debemos ejercer la libertad de conciencia bajo un Escrito Está y, así, podremos vencer. {Daisy Escalante: 12-03-2019 , es.p2}

– La cuarta de ellas, el orgullo, éste es tan sutil y a la vez tan obvio, más este último disfrazado de la conveniencia propia, y calificado como válido a nuestro entender, será [la] ruina y cerrará la puerta real de la salvación. Sólo una humillación total a Dios nos dará la victoria en Él. {Daisy Escalante: 12-03-2019 , es.p3}

– La quinta de éstas, que se me habló, fue la calumnia, ésta es la muerte para el que la practica, y aunque su espada mortífera desea ser clavada ante su adversario, ésta sólo atraviesa el corazón de quien la porta. “Resistid al diablo”, se me dijo, “y de vosotros huirá y no toquéis lo inmundo. Habrá aflicciones, más confiad porque Yo he vencido al mundo. Rogad al Dios de la siega que os junte en su granero”. {Daisy Escalante: 12-03-2019 , es.p4}

– La sexta de éstas, de que se me habló fue la dilación, acción sutil pero una gran arma de destrucción. Ésta es una forma de vida que ataca el pensar humano y lo adormece. Adormece el pensamiento y retrasa la acción del deber de cumplir [el mandato] celestial. Es tan mortíferamente sutil que da la ilusión de que lo terrenal es mucho más importante que lo celestial, o sea, lo que es perecedero es más importante que lo que perdurará para siempre. Orad, orad sin cesar, ayunad y buscad el rostro de Cristo Jesús para que podáis vencer ante esta arma de la dilación. {Daisy Escalante: 12-03-2019 , es.p5}

– La séptima, que se me dijo fue, la sensualidad. “Mi pueblo pereció por falta de conocimiento”. Este acto desenfrenado, con acciones ilícitas dentro del matrimonio, es puesto, aún, en primer lugar, antes del deber de cumplir [el mandato] divino. A los tales digo ahora: “coméis y bebéis y estáis en fiesta, pero vendrán los días en que el Esposo no estará y será tiempo de ayuno y oración porque el león rugiente está alrededor de vuestras casas. Y éstas han sido pedidas para ser grandemente zarandeadas, y así será hecho. Más pedid al Dios de la siega que os reserve a salvo en su granero. Sed, pues, celosos y arrepentíos porque vendrá la aflicción y, ¿quién podrá permanecer en pie?” En ese momento terminaron diciéndome: “Ezequiel 20”. {Daisy Escalante: 12-03-2019 , es.p6}

Así que, amados, palabras fieles y verdaderas del Señor que dejo con cada uno de vosotros para que podamos, en el nombre del Señor, vencer. Que el Señor me los bendiga. {Daisy Escalante: 12-03-2019 , es.p7}

Ezequiel 20

1 Y aconteció en el año séptimo, en [el mes] quinto, a los diez del mes, [que] vinieron algunos de los ancianos de Israel a consultar a Jehová, y se sentaron delante de mí.
2 Y vino a mí palabra de Jehová, diciendo:
3 Hijo de hombre, habla a los ancianos de Israel, y diles: Así dice Jehová el Señor: ¿A consultarme venís vosotros? Vivo yo, que yo no os responderé, dice Jehová el Señor.
4 ¿Quieres tú juzgarlos? ¿Los quieres juzgar tú, hijo de hombre? Hazles saber las abominaciones de sus padres;
5 y diles: Así dice Jehová el Señor: El día que escogí a Israel, e hice juramento a la simiente de la casa de Jacob, y que fui conocido de ellos en la tierra de Egipto, cuando alcé mi mano a ellos [y les juré], diciendo: Yo soy Jehová vuestro Dios;
6 Aquel día [que] les alcé mi mano, [jurando así] que los sacaría de la tierra de Egipto a la tierra que les había provisto, que fluye leche y miel, la cual [es] la más hermosa de todas las tierras;
7 entonces les dije: Cada uno eche de sí las abominaciones de sus ojos, y no os contaminéis con los ídolos de Egipto. Yo soy Jehová vuestro Dios.
8 Mas ellos se rebelaron contra mí, y no quisieron obedecerme; no echó de sí cada uno las abominaciones de sus ojos, ni dejaron los ídolos de Egipto; y dije que derramaría mi ira sobre ellos, para cumplir mi enojo en ellos en medio de la tierra de Egipto.
9 Pero actué por causa de mi nombre, para que no se infamase ante los ojos de las naciones en medio de las cuales [estaban], en cuyos ojos me di a conocer sacándolos de la tierra de Egipto.
10 Los saqué, pues, de la tierra de Egipto, y los traje al desierto;
11 y les di mis ordenanzas, y les declaré mis decretos, los cuales el hombre que los hiciere, vivirá por ellos.
12 Y les di también mis sábados que fuesen por señal entre mí y ellos, para que supiesen que yo soy Jehová que los santifico.
13 Mas se rebeló contra mí la casa de Israel en el desierto; no anduvieron en mis ordenanzas, y desecharon mis decretos, los cuales el hombre que los hiciere, vivirá por ellos; y mis sábados profanaron en gran manera; dije, por tanto, que había de derramar sobre ellos mi ira en el desierto para consumirlos.
14 Pero actué por causa de mi nombre, para que [éste] no se infamase a vista de las naciones, delante de cuyos ojos los saqué.
15 Y también yo les alcé mi mano en el desierto, jurando que no los metería en la tierra que les había dado, que fluye leche y miel, la cual [es] la más hermosa de todas las tierras;
16 porque desecharon mis decretos, y no anduvieron en mis ordenanzas, y mis sábados profanaron; porque tras sus ídolos iba su corazón.
17 Con todo, los perdonó mi ojo, no matándolos, ni los consumí en el desierto;
18 antes dije en el desierto a sus hijos: No andéis en las ordenanzas de vuestros padres, ni guardéis sus leyes, ni os contaminéis con sus ídolos.
19 Yo soy Jehová vuestro Dios; andad en mis estatutos, y guardad mis decretos, y ponedlos por obra;
20 y santificad mis sábados, y sean por señal entre mí y vosotros, para que sepáis que yo soy Jehová vuestro Dios.
21 Sin embargo los hijos se rebelaron contra mí; no anduvieron en mis estatutos, ni guardaron mis decretos para ponerlos por obra, los cuales el hombre que los hiciere, vivirá por ellos; profanaron mis sábados. Dije entonces que derramaría mi ira sobre ellos, para cumplir mi enojo contra ellos en el desierto.
22 Mas retraje mi mano, y actué por causa de mi nombre, para que no se infamase a la vista de las naciones, delante de cuyos ojos los saqué.
23 Y también les alcé yo mi mano en el desierto, [jurando] que los dispersaría entre las naciones, y que los esparciría por las tierras;
24 porque no pusieron por obra mis decretos, y desecharon mis ordenanzas, y profanaron mis sábados, y tras los ídolos de sus padres se les fueron sus ojos.
25 Por eso yo también les di estatutos [que] no [eran] buenos, y decretos por los cuales no podrían vivir.
26 Y los contaminé en sus ofrendas cuando hacían pasar [por el fuego a] todo primogénito, para desolarlos, a fin de que supiesen que yo soy Jehová.
27 Por tanto, hijo de hombre, habla a la casa de Israel, y diles: Así dice Jehová el Señor: Aun en esto me afrentaron vuestros padres cuando cometieron contra mí rebelión.
28 Porque yo los metí en la tierra sobre la cual había alzado mi mano [jurando] que había de dársela, y miraron a todo collado alto, y a todo árbol frondoso, y allí sacrificaron sus víctimas, y allí presentaron la provocación de sus ofrendas, allí pusieron también el olor de su suavidad, y allí derramaron sus libaciones.
29 Y yo les dije: ¿Qué [es] ese lugar alto adonde vosotros vais? Y fue llamado su nombre Bama hasta el día de hoy.
30 Di, pues, a la casa de Israel: Así dice Jehová el Señor: ¿No os contamináis vosotros a la manera de vuestros padres, y fornicáis tras sus abominaciones?
31 Porque ofreciendo vuestras ofrendas, haciendo pasar vuestros hijos por el fuego, os habéis contaminado con todos vuestros ídolos hasta hoy; ¿y he de ser consultado por vosotros, oh casa de Israel? Vivo yo, dice Jehová el Señor, que no os responderé.
32 Y no ha de ser lo que habéis pensado. Porque vosotros decís: Seamos como las naciones, como las familias de las tierras, que sirven a la madera y a la piedra.
33 Vivo yo, dice Jehová el Señor, que con mano fuerte, y brazo extendido, y enojo derramado, he de reinar sobre vosotros;
34 y os sacaré de entre los pueblos, y os juntaré de las tierras en que estáis esparcidos, con mano fuerte, y brazo extendido, y enojo derramado;
35 y os traeré al desierto de los pueblos, y allí entraré en juicio con vosotros cara a cara.
36 Como entré a juicio con vuestros padres en el desierto de la tierra de Egipto, así entraré en juicio con vosotros, dice Jehová el Señor.
37 Y os haré pasar bajo la vara y os haré entrar en el vínculo del pacto;
38 y apartaré de entre vosotros a los rebeldes, y a los que se rebelaron contra mí; de la tierra de sus peregrinaciones los sacaré, mas a la tierra de Israel no entrarán, y sabréis que yo soy Jehová.
39 Y vosotros, oh casa de Israel, así dice Jehová el Señor: Andad cada uno tras sus ídolos, y servidles, pues que a mí no me obedecéis; y no profanéis más mi santo nombre con vuestras ofrendas, y con vuestros ídolos.
40 Porque en mi santo monte, en el alto monte de Israel, dice Jehová el Señor, allí me servirá toda la casa de Israel, toda ella en la tierra; allí los aceptaré, y allí demandaré vuestras ofrendas, y las primicias de vuestros dones, con todas vuestras cosas consagradas.
41 En olor de suavidad os aceptaré, cuando os hubiere sacado de entre los pueblos, y os hubiere reunido de entre las tierras en que estáis esparcidos; y seré santificado en vosotros a los ojos de las naciones.
42 Y sabréis que yo soy Jehová, cuando os hubiere metido en la tierra de Israel, en la tierra por la cual alcé mi mano [jurando] que la daría a vuestros padres.
43 Y allí os acordaréis de vuestros caminos, y de todos vuestros hechos en que os contaminasteis; y os detestaréis a vosotros mismos por todos vuestros pecados que cometisteis.
44 Y sabréis que yo soy Jehová cuando haga con vosotros por amor de mi nombre, no según vuestros malos caminos, ni según vuestras perversas obras, oh casa de Israel, dice Jehová el Señor.
45 Y vino a mí palabra de Jehová, diciendo:
46 Hijo de hombre, pon tu rostro hacia el sur, y derrama [tu palabra] hacia la parte austral, y profetiza contra el bosque de la región del sur.
47 Y dirás al bosque del sur: Oye palabra de Jehová: Así dice Jehová el Señor: He aquí que yo enciendo en ti fuego, el cual consumirá en ti todo árbol verde, y todo árbol seco; no se apagará la llama del fuego; y serán quemados en ella todos los rostros, desde el sur hasta el norte.
48 Y verá toda carne que yo Jehová lo encendí; no se apagará.
49 Y dije: ¡Ah, Señor Jehová! ellos dicen de mí: ¿No profiere éste parábolas?

Testimonio: 17-11-2017

Amados, el viernes 17 de noviembre del 2017 tuve un sueño. Yo estaba como en una escuela multipisos. Allí vi muchos maestros que enseñaban a los estudiantes, estudiantes de diferentes clases. {Daisy Escalante: 17-11-2017 , es.p1}

Estos alumnos que yo vi allí, eran adultos ya. Entonces yo entré a una de estas aulas y me senté a escuchar lo que estaban enseñando. Y, en ese momento, vi que el profesor escribía en la pizarra algo. Entonces me fijé y vi una oración que decía: “todos vosotros sois dios”. Entonces, todos dijeron: “¡amén!” {Daisy Escalante: 17-11-2017 , es.p2}

Entonces yo me espanté y me paré, y fui a otro salón y allí me senté y escuché cuando el profesor dijo a los alumnos: “todas las religiones unidas haremos un mundo mejor”. Entonces, todos comenzaron a reírse. Empezaron a celebrar el dicho que había dicho este profesor, y asentían con su cabeza que sí, que les había gustado esa aseveración y que ellos la creían cierta. {Daisy Escalante: 17-11-2017 , es.p3}

Entonces, yo salí de aquel salón y fui a otro. Cuando fui al otro salón ya no me quise sentar; pero, también, allí había un profesor, estaba hablando él acerca de cuán feliz es la vida, y placentera, al aceptarnos todos como somos. Entonces había como un telón allí, al frente, en el salón. Y él se metió detrás del telón y, cuando salió, salió vestido con ropas femeninas. Entonces, se paseaba entre todos, y todos se reían y le pitaban, y era como un momento agradable para ellos. Entonces yo salí corriendo de aquel lugar. Ya yo me disponía a salir del plantel escolar cuando mi acompañante apareció y me dijo: “ven y ve”. {Daisy Escalante: 17-11-2017 , es.p4}

Entonces fui llevada a otra aula escolar, a otro salón, y allí vi más alumnos, pero en esta ocasión era una mujer que estaba enseñando. Esta mujer estaba poniendo una película, esta maestra, en una pantalla gigante y todos comenzaron a ver lo que había en esa película. Entonces, en ese momento comenzó a verse un concierto, era un concierto cristiano porque las palabras de la música —o sea, aquello que se estaba viendo allí—, eran palabras cristianas. Pero la música, era una música secular. Pero [a] ellos, todos, no les importaba, ¡ellos estaban felices! La estaban cantando junto a aquellos cantantes que allí estaban, y ellos alzaban las manos al cielo, lloraban de la emoción. Entonces vi que tras el grupo que cantaba, en la proyección que estaba allí pasándose de aquella película, había un ser grande; solamente se veía su sombra, y este ser cantaba junto con ellos. También se veía que estaba como feliz, y caminaba entre ellos. Mientras todos estaban cantando aun, salió de la pantalla y se ponía a caminar entre medio de los que estaban allí en aquella aula escolar. Entonces mi acompañante dijo: “¡basta! ¡su suerte está echada!” {Daisy Escalante: 17-11-2017 , es.p5}

Entonces salimos fuera del plantel, y mi acompañante me dijo: “sigue caminando y sal de estos predios y observa”. Entonces me paré fuera del portón de la escuela y vi cómo salían corriendo todos aquellos estudiantes en todas direcciones y cada uno llevaba flotando a su lado una cabeza de perro feroz. Yo veía solamente la cabeza de perro feroz que flotaba al lado de ellos. Entonces, una cabeza flotante, de éstas, me querían hacer daño, pero mi acompañante lo impidió. Y éstos salieron para atacar a muchos. Entonces entraban dentro de las personas que aceptaban estas teorías, y éstos quedaban como enloquecidos y su juicio estaba adormecido. {Daisy Escalante: 17-11-2017 , es.p6}

Entonces yo comencé a gritarles. Me desesperé, y empecé a gritarles: “¡escuchen, eso es abominación ante Dios! ¡apártense de tales prácticas! ¡No escuchen estas personas que lo que dicen no es correcto! ¡Dios no aprueba esto, pues el enemigo habla desde atrás de ellos y desea que ustedes sean destruidos!” Pero, por más que yo les decía esto, ellos no me hacían caso. Mi ruego era en vano, nadie parecía oírme, ellos estaban cómodos y felices aceptando ese estado de cosas. Pero a la misma vez los veía atormentados porque esas cabezas de perro, como se estaban mostrando en este momento, que eran espíritus malignos —pero se me mostraba de esta manera—, estaban persiguiéndolos a ellos y los atormentaban. {Daisy Escalante: 17-11-2017 , es.p7}

Entonces mi acompañante me dijo: “vamos, es hora”. Entonces, yo salí llorando de aquel lugar. Ya, yo no sabía qué hacer. Yo vi allí gente tan, gente conocida, gente que yo no quería que estuvieran en este tipo de situación, también gente que no conocía y todos estaban siendo atrapados por estas enseñanzas provenientes del infierno. Entonces, ellos, como que corrían todos felices a su destrucción y no se daban cuenta. Entonces mientras nos alejamos de aquel lugar, yo con una tristeza tan grande en mi corazón, mi acompañante me dijo: Amós capítulo 3 y capítulo 4. Y ahí, amados, desperté. {Daisy Escalante: 17-11-2017 , es.p8}

Amós 3

1 Oíd esta palabra que ha hablado Jehová contra vosotros, hijos de Israel, contra toda la familia que hice subir de la tierra de Egipto. Dice así:
2 A vosotros solamente he conocido de todas las familias de la tierra; por tanto visitaré contra vosotros todas vuestras maldades.
3 ¿Andarán dos juntos, si no estuvieren de acuerdo?
4 ¿Rugirá el león en la selva sin haber presa? ¿Dará el leoncillo su rugido desde su guarida, sin haber apresado algo?
5 ¿Caerá el ave en el lazo en la tierra, sin haber cazador? ¿Se alzará el lazo de la tierra, si no se ha atrapado nada?
6 ¿Se tocará la trompeta en la ciudad, y no se alborotará el pueblo? ¿Habrá algún mal en la ciudad, el cual Jehová no haya hecho?
7 Porque no hará nada el Señor Jehová, sin que revele su secreto a sus siervos los profetas.
8 Rugiendo el león, ¿quién no temerá? Hablando Jehová el Señor, ¿quién no profetizará?
9 Haced pregonar sobre los palacios de Asdod, y sobre los palacios de tierra de Egipto, y decid: Reuníos sobre los montes de Samaria, y ved muchas opresiones en medio de ella, y violencias en medio de ella.
10 Y no saben hacer lo recto, dice Jehová, atesorando rapiñas y despojos en sus palacios.
11 Por tanto, así dice Jehová el Señor: Un enemigo [vendrá] aún por todos lados de la tierra, y derribará de ti tu fortaleza, y tus palacios serán saqueados.
12 Así dice Jehová: De la manera que el pastor libra de la boca del león dos piernas, o la punta de una oreja, así escaparán los hijos de Israel que moran en Samaria en el rincón de una cama, y al lado de un lecho.
13 Oíd y testificad en la casa de Jacob, dice el Señor Jehová, el Dios de los ejércitos:
14 Que el día que visite las rebeliones de Israel sobre él, visitaré también sobre los altares de Betel; y serán cortados los cuernos del altar, y caerán a tierra.
15 Y heriré la casa de invierno con la casa de verano, y las casas de marfil perecerán; y las grandes casas serán destruidas, dice Jehová.

Amós 4

1 Oíd esta palabra, vacas de Basán, que estáis en el monte de Samaria, que oprimís a los pobres, que quebrantáis a los menesterosos, que decís a sus señores: Traed, y beberemos.
2 Jehová el Señor juró por su santidad: He aquí, vienen días sobre vosotros en que os llevará con ganchos, y a vuestros descendientes con anzuelos de pescar.
3 Y saldréis por las brechas la una en pos de la otra, y seréis echadas del palacio, dice Jehová.
4 Id a Betel, y prevaricad; en Gilgal aumentad la rebelión, y traed de mañana vuestros sacrificios, [y] vuestros diezmos cada tres años.
5 Y ofreced sacrificio de alabanza con leudo, y pregonad, publicad ofrendas voluntarias; pues que así lo queréis, hijos de Israel, dice Jehová el Señor.
6 Yo también os di limpieza de dientes en todas vuestras ciudades, y falta de pan en todos vuestros pueblos; pero no os volvisteis a mí, dice Jehová.
7 Y también yo os detuve la lluvia tres meses antes de la siega; e hice llover sobre una ciudad, y sobre otra ciudad no hice llover; sobre una parte llovió; la parte sobre la cual no llovió, se secó.
8 Y venían dos [o] tres ciudades a una ciudad para beber agua, y no se saciaban; con todo no os volvisteis a mí, dice Jehová.
9 Os herí con viento solano y oruga; vuestros muchos huertos y vuestras viñas, y vuestros higuerales y vuestros olivares comió la langosta; pero nunca os volvisteis a mí, dice Jehová.
10 Envié entre vosotros mortandad tal como en Egipto; maté a espada a vuestros jóvenes, con cautiverio de vuestros caballos; e hice subir el hedor de vuestros campamentos hasta vuestras narices; pero no os volvisteis a mí, dice Jehová.
11 Os trastorné, como cuando Dios trastornó a Sodoma y a Gomorra, y fuisteis como tizón escapado del fuego; mas no os volvisteis a mí, dice Jehová.
12 Por tanto, de esta manera haré a ti, oh Israel; y porque te he de hacer esto, prepárate para venir al encuentro de tu Dios, oh Israel.
13 Porque he aquí, el que forma los montes, y crea el viento, y declara al hombre su pensamiento; el que hace a las tinieblas mañana, y pasa sobre las alturas de la tierra; Jehová, Dios de los ejércitos es su nombre.

Himno 105: ¿Le importará a Jesús?
Himno 116: Hay quien vela