Manjar Sabático
21-03-2020
Eclesiastés 4
1 Y me volví yo, y vi todas las violencias que se hacen debajo del sol; y he aquí las lágrimas de los oprimidos, sin tener quien los consuele; y la fuerza estaba en la mano de sus opresores, y para ellos no había consolador.
2 Y alabé yo a los muertos, los que ya murieron, más que a los vivientes, los que aún están con vida.
3 Y tuve por mejor que unos y otros, al que no ha sido aún, que no ha visto las malas obras que debajo del sol se hacen.
4 He visto asimismo que todo trabajo y toda excelencia de obra despierta la envidia del hombre contra su prójimo. También esto [es] vanidad y aflicción de espíritu.
5 El necio dobla sus manos y come su propia carne.
6 Mas vale un puño lleno con descanso, que ambos puños llenos con trabajo y aflicción de espíritu.
7 Yo me torné otra vez, y vi vanidad debajo del sol.
8 Está un [hombre] solo y sin sucesor; que ni tiene hijo ni hermano; mas nunca cesa de trabajar, ni sus ojos se sacian de sus riquezas, [ni se pregunta]: ¿Para quién trabajo yo, y privo mi alma del bien? También esto es vanidad, y duro trabajo.
9 Mejores [son] dos que uno; porque tienen mejor paga de su trabajo.
10 Porque si cayeren, el uno levantará a su compañero. Pero ¡ay del solo cuando cayere! Pues no habrá segundo que lo levante.
11 También si dos durmieren juntos, se calentarán; mas ¿cómo se calentará uno [solo]?
12 Y si alguno prevaleciere contra el uno, dos estarán contra él; y cordón de tres dobleces no presto se rompe.
13 Mejor [es] el muchacho pobre y sabio, que el rey viejo y fatuo que no admite consejo.
14 Porque de la cárcel salió para reinar; mientras el nacido en su reino se hizo pobre.
15 Vi a todos los vivientes debajo del sol caminando con el muchacho, sucesor, que estará en lugar de aquél.
16 No tenía fin la muchedumbre de pueblo que fue antes de ellos; [aun] los que vendrán después tampoco estarán contentos con él. Y esto es también vanidad y aflicción de espíritu.
Eclesiastés 5
1 Cuando fueres a la casa de Dios, guarda tu pie; y acércate más para oír que para dar el sacrificio de los necios, porque no saben que hacen mal.
2 No te des prisa con tu boca, ni tu corazón se apresure a proferir palabra delante de Dios; porque Dios [está] en el cielo, y tú en la tierra; por tanto, sean pocas tus palabras.
3 Porque de la mucha ocupación viene el sueño, y de la multitud de las palabras la voz del necio.
4 Cuando a Dios hicieres promesa, no tardes en cumplirla; porque [Él] no se agrada de los insensatos. Cumple lo que prometes.
5 Mejor [es] que no prometas, a que prometas y no cumplas.
6 No sueltes tu boca para hacer pecar a tu carne; ni digas delante del ángel, que [fue] ignorancia. ¿Por qué harás que Dios se enoje a causa de tu voz, y que destruya la obra de tus manos?
7 Donde los sueños son en multitud, también lo [son] las vanidades y las muchas palabras; mas tú, teme a Dios.
8 Si opresión de pobres, y extorsión de derecho y de justicia vieres en la provincia, no te maravilles de ello; porque sobre el alto está mirando otro más alto, y uno más alto está sobre ellos.
9 Además el provecho de la tierra es para todos; el rey [mismo] está sujeto a los campos.
10 El que ama el dinero, no se saciará de dinero; y el que ama el mucho tener, no sacará fruto. También esto es vanidad.
11 Cuando los bienes aumentan, también aumentan los que los consumen. ¿Qué bien, pues, tendrá su dueño, sino verlos con sus ojos?
12 Dulce [es] el sueño del trabajador, ya sea que coma mucho o poco; mas al rico no le deja dormir la abundancia.
13 Hay un grave mal que he visto debajo del sol; las riquezas guardadas por sus dueños para su propio mal;
14 Las cuales se pierden en malas ocupaciones, y a los hijos que engendraron nada les queda en la mano.
15 Como salió del vientre de su madre, desnudo, así volverá, yéndose tal como vino; y nada tomará de su trabajo para llevar en su mano.
16 Éste también [es] un grave mal, que como vino, así haya de volver. ¿Y de qué le aprovechó trabajar al viento?
17 Además de esto, todos los días de su vida comerá en tinieblas, con mucho enojo y dolor y miseria.
18 He aquí, pues, el bien que yo he visto: Que [es] bueno comer y beber, y gozarse [uno] del bien de todo su trabajo con que se afana debajo del sol, todos los días de su vida que Dios le da; porque ésta [es] su porción.
19 Igualmente, a todo hombre a quien Dios le da riquezas y bienes, y le da también facultad para que coma de ellos y tome su porción y goce de su trabajo. Esto [es] don de Dios.
20 Porque no se acordará mucho de los días de su vida; pues Dios le responderá con alegría de su corazón.
Eclesiastés 6
1 Hay un mal que he visto debajo del cielo, y muy común entre los hombres:
2 Un hombre a quien Dios da riquezas, bienes y honra, y nada le falta de todo lo que su alma desea; mas Dios no le da facultad de comer de ello, sino que los extraños se lo comen. Esto [es] vanidad y penosa enfermedad.
3 Si el hombre engendrare cien [hijos], y viviere muchos años, y los días de su edad fueren numerosos; si su alma no se sació del bien, y también careció de sepultura, yo digo que el abortivo es mejor que él.
4 Porque en vano vino, y a tinieblas va, y con tinieblas será cubierto su nombre.
5 Aunque no haya visto el sol, ni conocido [nada], más reposo tiene éste que aquél.
6 Aunque aquél viviere mil años dos veces, sin haber gozado del bien, ¿no van todos a un mismo lugar?
7 Todo el trabajo del hombre [es] para su boca, y con todo eso su alma no se sacia.
8 Porque ¿qué más tiene el sabio que el necio? ¿Qué más tiene el pobre que supo caminar entre los vivos?
9 Más vale vista de ojos que deseo que pasa. Y también esto [es] vanidad y aflicción de espíritu.
10 El que es, ya su nombre ha sido nombrado; y se sabe que [es] hombre, y que no podrá contender con Aquél que es más poderoso que él.
11 Ciertamente las muchas palabras multiplican la vanidad. ¿Qué más tiene el hombre?
12 Porque ¿quién sabe cuál es el bien del hombre en la vida, todos los días de la vida de su vanidad, los cuales él pasa como sombra? Porque ¿quién enseñará al hombre qué será después de él debajo del sol?
Eclesiastés 7
1 Mejor [es] la buena fama que el buen ungüento; y el día de la muerte que el día del nacimiento.
2 Mejor [es] ir a la casa del luto que a la casa del banquete; porque aquello [es] el fin de todos los hombres, y el que vive lo pondrá en su corazón.
3 Mejor [es] el pesar que la risa; porque con la tristeza del rostro se enmendará el corazón.
4 El corazón de los sabios, [está] en la casa del luto, mas el corazón de los insensatos, en la casa del placer.
5 Mejor es oír la reprensión del sabio, que la canción de los necios.
6 Porque la risa del necio es como el estrépito de las espinas debajo de la olla. Y también esto es vanidad.
7 Ciertamente la opresión hace enloquecer al sabio; y el soborno corrompe el corazón.
8 Mejor [es] el fin del asunto que su principio; mejor es el sufrido de espíritu que el altivo de espíritu.
9 No te apresures en tu espíritu a enojarte, porque la ira en el seno de los necios reposa.
10 Nunca digas: ¿Cuál es la causa que los tiempos pasados fueron mejores que éstos? Porque nunca de esto preguntarás con sabiduría.
11 Buena es la sabiduría con herencia; y más a los que ven el sol.
12 Porque escudo [es] la sabiduría, y escudo [es] el dinero; mas la excelencia del conocimiento, [es que] la sabiduría da vida a los que la poseen.
13 Considera la obra de Dios; porque ¿quién podrá enderezar lo que Él torció?
14 En el día del bien goza del bien; y en el día del mal considera. Dios también hizo esto delante de lo otro, para que el hombre no descubra nada después de él.
15 Todo esto he visto en los días de mi vanidad. Justo hay que perece por su justicia, y hay impío que por su maldad alarga [sus días].
16 No seas demasiado justo, ni seas sabio en exceso; ¿por qué habrás de destruirte?
17 No hagas mucho mal, ni seas insensato; ¿por qué habrás de morir antes de tu tiempo?
18 Bueno [es] que tomes esto, y también de esto otro no apartes tu mano; porque el que teme a Dios, saldrá con todo.
19 La sabiduría fortalece al sabio más que diez poderosos que haya en la ciudad.
20 Ciertamente no [hay] hombre justo en la tierra, que haga el bien y nunca peque.
21 Tampoco apliques tu corazón a todas las cosas que se dicen, no sea que oigas a tu siervo que habla mal de ti:
22 Pues tu corazón sabe que muchas veces tú también has hablado mal de otros.
23 Todas estas cosas probé con sabiduría, diciendo: Me haré sabio; pero la [sabiduría] estaba lejos de mí.
24 Lejos está lo que fue; y lo muy profundo, ¿quién lo hallará?
25 Apliqué mi corazón al saber y a examinar; a inquirir la sabiduría y la razón; para conocer la maldad de la insensatez, y la necedad de la locura.
26 Y he hallado más amarga que la muerte a la mujer cuyo corazón [es] lazos y redes, y sus manos son [como] ataduras. El que agrada a Dios escapará de ella; mas el pecador será apresado por ella.
27 He aquí, esto he hallado, dice el Predicador, pesando las cosas una por una para hallar la razón.
28 Lo que aún busca mi alma, y no lo encuentra: Un hombre entre mil he hallado; pero mujer entre todas éstas nunca hallé.
29 He aquí, solamente esto he hallado; que Dios hizo al hombre recto, mas ellos buscaron muchas imaginaciones.
Apocalipsis 7
1 Y después de estas cosas vi cuatro ángeles en pie sobre los cuatro ángulos de la tierra, deteniendo los cuatro vientos de la tierra, para que no soplase viento sobre la tierra, ni sobre el mar, ni sobre ningún árbol.
2 Y vi otro ángel que subía de donde nace el sol, teniendo el sello del Dios viviente. Y clamó con gran voz a los cuatro ángeles, a los cuales era dado hacer daño a la tierra y al mar,
3 diciendo: No hagáis daño a la tierra, ni al mar, ni a los árboles, hasta que hayamos sellado a los siervos de nuestro Dios en sus frentes.
4 Y oí el número de los sellados; ciento cuarenta y cuatro mil sellados de todas las tribus de los hijos de Israel.
5 De la tribu de Judá, doce mil sellados. De la tribu de Rubén, doce mil sellados. De la tribu de Gad, doce mil sellados.
6 De la tribu de Aser, doce mil sellados. De la tribu de Neftalí, doce mil sellados. De la tribu de Manasés, doce mil sellados.
7 De la tribu de Simeón, doce mil sellados. De la tribu de Leví, doce mil sellados. De la tribu de Isacar, doce mil sellados.
8 De la tribu de Zabulón, doce mil sellados. De la tribu de José, doce mil sellados. De la tribu de Benjamín, doce mil sellados.
9 Después de estas cosas miré, y he aquí una gran multitud, la cual ninguno podía contar, de todas las naciones y tribus y pueblos y lenguas, que estaban delante del trono y en la presencia del Cordero, vestidos de ropas blancas y con palmas en sus manos;
10 y aclamaban en alta voz, diciendo: Salvación a nuestro Dios que está sentado sobre el trono, y al Cordero.
11 Y todos los ángeles estaban en pie alrededor del trono, y de los ancianos y de los cuatro seres vivientes; y se postraron sobre sus rostros delante del trono, y adoraron a Dios,
12 diciendo: Amén: La alabanza y la gloria y la sabiduría y la acción de gracias y la honra y el poder y la fortaleza, [sean] a nuestro Dios por siempre jamás. Amén.
13 Y respondió uno de los ancianos, diciéndome: Estos que están vestidos de ropas blancas, ¿quiénes son, y de dónde han venido?
14 Y yo le dije: Señor, tú lo sabes. Y él me dijo: Éstos son los que han salido de gran tribulación, y han lavado sus ropas, y las han emblanquecido en la sangre del Cordero.
15 Por esto están delante del trono de Dios, y le sirven día y noche en su templo; y el que está sentado sobre el trono extenderá su tabernáculo sobre ellos.
16 No tendrán más hambre, ni sed; y el sol no caerá más sobre ellos, ni ningún calor;
17 porque el Cordero que está en medio del trono los pastoreará, y los guiará a fuentes vivas de aguas: Y Dios enjugará toda lágrima de los ojos de ellos.